Prólogo de Jordi Soler |
Rosario
Castellanos
Oficio de tinieblas
Editorial Joaquín Mortiz
Primera edición, México 1962
“Y así, hoy aquí y mañana en otro lugar, cada uno
dice lo que ha guardado durante años. Vienen con sus quejas como van al altar
de los santos. Y es la misma salmodia, la misma letanía de abusos padecidos, de
pobreza, de enfermedad, de ignorancia. La desgracia de estos hombres tiene algo
de impersonal, de inhumano; tan uniformemente se repite una vez y otra y otra”.
Así, aunque la trama
de la novela discurre en un tiempo lineal, el tema de esta historia es más bien
cíclico. Los nombres de los personajes podrían ser otros. De hecho, si
consideramos que se trata de una novela realista, sabemos que es sólo una situación que se ha repetido y se seguirá repitiendo a lo largo de mucho
tiempo, y en toda las zonas de México en donde la brecha cultural divergente
entre indios y terratenientes o hacendados es cada vez más grande, y entre más
grande más difícil de cerrar. Pero el hecho de que el escenario sea una zona
chiapaneca no es mera casualidad. Si bien sabemos que lo marginal de las
culturas indias es una realidad que recorre prácticamente toda la geografía
latinoamericana, Chiapas se presenta ahora como un foco de atención y por tanto
un tema de actualidad. A pesar de que Oficio de tinieblas no es una
novela contemporánea, dados los hechos, podemos ver a las claras que se puede
considerar como una narración que trata eventos que no cesaran de repetirse una
y otra vez en el tiempo, lo que la hace tan actual como actual es el conflicto
entre indios y ladinos. Pero si se pregunta ¿cuál es realmente la causa de tal
conflicto?, no bastaría con declarar que se trata del mal reparto de tierras o
el robo de las mismas, como tampoco bastará decir que es la diferencia de
cultos, o las diferencias de lenguaje, o aún las diferencias que se marcan en el puente entre estratos socio-económicos. Es algo más general que
alcanza a cubrir todos estos aspectos bajo una sola idea: cultura. En
efecto, el conflicto en su totalidad siempre estará marcado por el estigma de
las diferencias culturales. Y ciertamente en este enfrentamiento nace un estilo
de vida lleno de sincretismos que apenas se perciben en el inconsciente de unos
y de otros, pero esto es sólo percibido por el lector que, al igual que el
escritor, se acerca como observador circundante, pero nunca en el ojo
del huracán. Y entonces nos damos cuenta de que a pesar de las mejores
intenciones de aquellos forasteros que se acercan para intentar dar solución al
conflicto, los eventos, a final de cuentas, se repetirán una y otra vez, por lo
menos hasta que ambos extremos de la realidad no estén dispuestos a abrirse, a
abrirse ante sí mismos y ante el otro, para así conformar una sola y uniforme
visión de la realidad en donde ninguno de los elementos sincréticos sean negados
consciente o inconscientemente.
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