miércoles

Arrancada de raíz

Arrancada de raíz
Catherine Rousselet
Ediciones y Punto
Colección Prometheus 
México, septiembre de 2014

Querida Catherine, sé que diré esto con cuarenta años de retraso, pero al conocerte no puedo dejar de darte la bienvenida a esta tierra que me dio palabra y sangre. Mi México es tu México.




Fotografía: Andrés Galindo
Los libros son como las amistades: alguna vez llegan sin saber cómo ni cuando ni porqué y, luego, inevitablemente, tienen que seguir su camino de la misma manera en que llegaron, porque cada libro es una vida y, como tal, tiene derecho a seguir su propia senda, libre, sin más atadura que la mirada del siguiente lector.

De esa manera ha llegado a mí Arrancada de raíz. El libro es una historia de vida en cuyos nueve capítulos figura una serie de anécdotas con las que el lector, al menos el lector mexicano, logra identificarse fácilmente, porque, además, el estilo de la autora tiene la gracia del lenguaje franco, honesto, el que se arranca de la tierra para decir esas pequeñas cosas de la vida que, a fuerza de lo cotidiano, muchas veces pasan desapercibidas, pero que, en realidad, es ahí donde radica el espíritu de la existencia.

Hará un mes que tuve la fortuna de ser invitado a presentar este libro de apenas 145 páginas en La casa del poeta, aquí en la Ciudad de México. No encontré mejor forma de iniciar mi intervención que contar una anécdota:

Hace poco más de un mes conocí a Mikel y a Lucero, de Ediciones y Punto. De paso diré que en breve seré uno de sus autores para la colección Averno. Entonces me dijeron que una de las ideas de la editorial era hacer que autores de distintas tradiciones se leyeran, se conocieran y se presentaran. Quien siga este blog sabrá que en los últimos años me he dedicado a escribir sobre literatura fantástica y también a producirla. La oficina del olvido, es una serie de minificciones que siguen esta tradición y gusto por el género fantástico. Así que a los jóvenes editores les pareció que sería interesante saber de qué manera leería yo un relato de vida como el libro de Catherine Rousselet. Me dijeron que la autora era una francesa que había llegado a México hace cuarenta años y que, ahora jubilada, se había dado a la tarea de escribir un libro, un proyecto que había quedado pendiente en la vida de la autora. Fuera de esas advertencias, en mis manos (y en mi corazón) tenía un libro vacío, como suelen ser muchos libros nuevos ante la mirada del lector. Luego, mágicamente, ese libro se va poblando con las palabras del autor y con la imaginación de quien lee. Dicen, también, que un libro siempre encuentra a su lector adecuado, a su lector ideal, digamos. Lo cierto es que uno no va por ahí, enamorándose de cuanto libro se encuentra por la vida. Así que el reto no parecía fácil. Desde pequeño me incliné por la literatura fantástica y los dos últimos años me los he pasado leyendo con fervor ese género que ahora siento como mi especialidad, si bien nunca acabaré de aprehenderlo. Y de pronto, he ahí que se me presenta este libro que poco o nada (según la mirada del lector) tiene que ver con la literatura fantástica.

Entonces tomo el libro y camino, a paso lento, por las primeras páginas. ¿Cuántos extranjeros han hablado sobre nuestro país? ¿Realmente somos eso que dicen que somos? Yo me encontré en cada una de las páginas de Arrancada de raíz. Pero también sentí que ese libro era muchos libros, como La Vida es muchas vidas. Yo, como Catherine, alguna vez estudié literatura en una universidad. No sé cuánto aprendí y no puedo calcular el valor de aquello. Lo cierto es que, a veces, esas cosas no se valoran con un reluciente título enmarcado o unas honorables calificaciones. Como Catherine, también tuve que trabajar para poder pagarme los estudios.

Cuando me toca hablar de libros, presentar un libro en particular, entonces, hay que leerlo y, como nos enseñaron en el colegio, hacer una lectura clínica, especializada. Si tenemos la variable: extranjero escribe sobre México de una manera afectuosa, no podemos dejar de pensar en el tópico del conquistador conquistado. Y entonces a nuestra memoria viene, ineludible, Cabeza de Vaca, aquel náufrago que recorrió de norte a sur estas tierras, terminando por ser uno más entre los naturales, sin ser mejor o peor, apenas diferente. Otro tanto pasa con Bruno Traven, aquel misterioso autor de La rosa blanca, Macario y Canasta de cuentos mexicanos, entre los más memorables. Quizá el problema de la identidad en Cabeza de Vaca sea un tanto difuso, toda vez que estamos hablando del siglo aquel en que dos universos, dos concepciones de mundo chocan. Para el tiempo de Traven, México ya gozaba de eso que institucionalmente solemos llamar Independencia. El español de Traven es el nuestro y sus historias son nuestra historia, nuestros dolores y la herida de nuestra tierra. Aquello pasaría en la primera década del siglo XX y ahora, frente a mí, un mexicano de cuarenta años se me presenta Arrancada de raíz. Quien cuenta es una mujer que, a sus veintitrés años, llega a México en 1975 sin más esperanza que el futuro y la libertad. Yo nací en 1974. Mi madre es un poco más joven que Catherine, pero eso ahora no importa. Cuando digo que en este libro he venido a encontrarme de distintos modos es porque cada capítulo me recuerda un pasaje de mi vida. Una de las voces (porque creo que Catherine es de ese tipo de mujeres múltiples, carismáticas, creativas a fuerza de ser empujadas por la vida) que más resuenan en el libro es el de madre. Yo he querido llevar a mi madre un ejemplar del libro de Catherine porque tengo la curiosidad de saber cómo ella miraría un relato que es contemporáneo a nuestra propia historia. Ahí está el camino de una mujer en una tierra árida y desconocida y yo recordaba mi infancia al lado de mi madre, pasando muchas veces por situaciones difíciles, ante las cuales, de ninguna manera, podíamos darnos por vencidos. Hay en el libro anécdotas divertidas, o quizá cotidianas, que cualquier mexicano vive todos los días, pero contadas de una manera divertida, como si la tragedia de vivir fuera eso, también una comedia. Subir a la combi, al microbús, al colectivo, al democrático y enfrentarse a la guerra de ganar un lugar a fuerza de aventones, caderazos y, a veces, hasta mentadas de madre.

El dolor de la enfermedad, el color de la muerte mexicana y el sabor de la tortilla recién hecha a mano no es ajeno en el libro de Catherine. Y también ahí me encontré, recordando las tortillas que me hacía mi abuela, acompañadas de una salsa de molcajete. Ese es el México que recuerdo, que he vivido desde hace cuarenta años.

Me parecía inteligente traer a colación las lecturas de Cabeza de Vaca y de Bruno Traven, pero por mucho que mis pasiones literarias obligaran la referencia culta, es en el México de la segunda década del siglo XX y este que tenemos ahora, este México ahora de Catherine Rousselet, en el que me reflejo, en el que me se de cierto, el que me reinventa cada día, a cada página de nuestras vidas.

Fotografía: Lía Romero
Al final, entonces, sabemos que una escritora francesa transplantada en México, con muchas vivencias contadas en un libro y en los futuros posibles, y un mexicano interesado en la literatura fantástica, después de todo, no son tan diferentes, no son tan opuestos, como lo pudieron haber presagiado Mikel y Lucero, estos dos jóvenes editores que un día pusieron en mis manos una flor arrancada de raíz y que ahora yo guardo en el corazón, como los libros, como los buenos amigos.

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