Claudico de una vez y para siempre
de este vano ejercicio de las letras
(con lucha y a contracorriente puestas);
abandono el disfraz de disidente.
Y no renuncio a falta de palabras
-tatuadas en mi sudor y mi sangre
marcan mi fe, mis plegarias y mi hambre-;
viajan conmigo al retiro de mi alma.
Hoy me pierdo en mi reflejo, asidero
de pequeñas victorias y alegrías;
sepulto de una vez viejos senderos.
Iré a reconocerme en otras vidas
que eludan el sonido de los versos;
que se pierda mi nombre en una pira.
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