Carlos Fuentes
El espejo enterrado
Más que un libro de
historia, este es un texto que se propone la difícil tarea de encontrar la
identidad hispanoamericana. Éste, sin embargo, no es el primero ni el último
intento de tan grande empresa, ya antes psicólogos, intelectuales y poetas han
propuesto una visión de lo que es propio del hombre latinoamericano en general,
y mexicano en particular. Quizá los referentes más próximos sean nombres tan
familiares como el de Octavio Paz, el del psicólogo mexicano Díaz Guerrero y el
de Carlos Monsiváis. Cada uno ha impuesto su muy particular sello y punto de
vista, cada quien desde la perspectiva propia de su especialidad. Para el caso
de El espejo enterrado de Fuentes el
logro es realizar esta búsqueda de identidad a través de siglos de tradiciones
culturales hispanoamericanas. “Éste es un libro dedicado en consecuencia, a
la búsqueda de la continuidad cultural que pueda informar y trascender la
desunión económica y la fragmentación política del mundo hispánico”. Fuentes
busca aquello que se encuentra en el centro de ese gran espectro que se crea a
partir de poner un espejo frente a otro. En un extremo de la realidad está
plantado el espejo ibérico lleno de una cultura plural, pero al mismo tiempo
intolerante; plural porque es España un pueblo que se forja a partir de toda
una gama de tradiciones culturales a veces tan asimétricas unas de otras, e
intolerante sólo guiada por el afán de la unidad nacional. Y en el otro extremo
se encuentra el espejo de obsidiana que es símbolo también de un mundo místico
y mágico que está a punto de ser descubierto por extraños y redefinido por
propios. En este sentido, se puede hablar de un choque de dos culturas, de dos
imágenes que son el reflejo de la percepción humana de la realidad que lo
circunda.
Es en el centro de esta
confrontación de imágenes que nos encontramos hoy. Al mirar a un lado no
podemos de ninguna manera negar nuestra tradición española, como así tampoco,
al mirar al otro lado, podemos negar nuestra tradición prehispánica. Es
importante apelar a la idea de un espejo puesto exactamente frente a otro. En
la realidad, si se pone un espejo frente a otro, aquello que se percibe es una
sucesión infinita de imágenes de eso mismo que se refleja. Aunque aparentemente
paradójico y confuso, eso es lo que somos si nos atrevemos a mirarnos en esa sucesión
infinita de reflejos, reflejos históricos que nos dibujan hacia atrás y hacia
delante. En esos espejos enterrados, Fuentes hace un recorrido histórico de lo
que hemos sido como humanos, como pueblos; al mismo tiempo ofrece una posible
prospectiva de lo que podemos llegar a ser. Desde las cavernas de Altamira a
los Grafitos en las calles de los ángeles. Desde las tradiciones celtibericas a
las identidades fronterizas de cholos y pachuchos. Eso somos.
Faltaría espacio para
identificar y relacionar todos los nombres que Fuentes considera importantes en
esta gran aventura de nuestras vidas. A fin de cuentas, qué importa un nombre
más, un nombre menos, si fuimos, somos y seremos todos los que construimos esa
imagen central en medio de los dos espejos.
“¿No es el espejo tanto un reflejo de la
realidad como un proyecto de la imaginación?”
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