A decir de
Henríquez Ureña, hubo, poco después del descubrimiento y conquista de América,
grupos de hombres que se dedicaron a la defensa de los pueblos nativos. Si bien
se trata de las ordenes de religiosos las que con mayor fervor y dedicación
defendieron a los indios de América, también hubo conquistadores comunes (rectos
funcionarios de la corona) que salieron a la defensa de los pueblos. Este
es sin duda alguna el tema principal de “La misión”. Gabriel, un fraile
desprendido de una orden jesuita; y Mendoza, antaño traficante de esclavos,
tras asesinar a su propio hermano se siente obligado a hacer penitencia. Para
Gabriel, la mejor manera de remendar los dolores del espíritu es comprometer a
Mendoza en una misión. Es una misión en el sentido activo de la palabra, ya que
para ambos personajes esta empresa significará una lucha encarnada contra
aquellos que se oponen a la visión de la indianidad como una forma de vida
humana tan respetable como la de la metrópoli. Antes y después de esa época se
acostumbra llamar “misión” a una empresa religiosa que tiene como propósito
llevar la palabra del dios único occidental a aquellos que están lejos de la
misma. Pero en esta cinta parecen conjugarse al menos tres aspectos que
redundarán en la creación de un nuevo estilo de vida. Por una parte está la fe
cristiana con la que comulga Gabriel, obviamente está presente toda la
tradición idiosincrásica de los pueblos nativos y, finalmente, está ese
espíritu guerrero de Mendoza. Así, estos tres elementos tendrán que unificarse
para luchar contra españoles y portugueses deseosos de enriquecerse a costa de
los nativos y sus tierras. Pero, como ya queda claro en otras cintas y otros
textos afines, la batalla no resulta fácil para ninguna de las partes. La misma
voz en off que narra algunas partes de la película, y que es la voz de uno de
los personajes que hace las veces de funcionario de la corona, reconocerá al
final de la película que es la memoria de los muertos la que hoy vive, y no él
que, como una ironía, permanece vivo. Ese decir de la memoria viva de los
muertos quizá nos deje en claro que si bien la obra que tenía en mente Gabriel
no es la que hoy resulta, sí existe una trascendencia de la misma que se recrea
y se reinventa para continuar la siempre inacabada misión.
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