Hay en el mundo personas que, acaso con justa razón, insisten en ganar fortuna con el comercio de libros digitales. La industria del libro digital es incipiente y poco se puede decir sobre su futuro. Es cierto, hoy día las tres tiendas digitales más importantes (Amazon, iTunes y Google Play) ofertan un extenso catálogo de libros a diferentes precios.
Al menos en México, tenemos la deleznable costumbre de desconfiar de aquello que se ofrece con gratuidad; entre mayor sea el costo de un producto, mayor será su valor; herencias del capitalismo voraz e impersonal que, infortunadamente, han llegado a invadir hasta el espacio íntimo: "¿cuánto cuestas?, ¿cuánto vales?".
Sin embargo, aún hay esfuerzos por la divulgación libre y desinteresada (o acaso el interés esté fuera del ámbito monetario). "Libre flujo de la información y derecho a la misma" es el lema de quienes abogan por la gratuidad del internet. Y qué es la World Wide Web sino un cúmulo de informaciones a las que todos deberíamos tener libre acceso. En la red hay música, libros, películas, todo tipo de documentos y, por qué no, hasta amigos virtuales (el amor virtual, ausente de caricias mustias, es ya una exageración de nuestros tiempos).
En este sentido, un libro, además de ser una obra intelectual, sería un archivo de información que se mide en Bytes. Podríamos decir, así, que Los miserables, en lugar de medirse en páginas, se mide en Megabytes. El autor de la obra, con todo derecho, podría exigir una remuneración a cambio. El consumidor final de la obra, viendo a ésta como un cúmulo de información y bajo el lema de libre flujo, tendría derecho de copiar, reproducir y compartir cuantas veces quisiera. Aquí la pregunta angular sería ¿el internet, enmarcados los libros digitales, debería ser gratuito y con la posibilidad de intercambiar información a libre albedrío?
Hace un par de años el FBI intentó emprender una guerra en contra de los grandes servidores de intercambio de información (ley SOPA); al final, la iniciativa fracasó, porque hasta ahora las costumbres de los usuarios de internet han sido mucho más fuertes que cualquier intento de regular la actividad en la red.
En materia de libros digitales, a la fecha los formatos más reconocidos son PDF y ePUB. En sus orígenes, ambos tipos de archivos se comercializaban con un candado DRM (Digital Right Management). Lo que sucedía era que el ávido lector adquiría un libro mediante una librería virtual. El usuario, habiendo realizado el pago, descargaba el libro. Lo siguiente era leerlo. El problema iniciaba cuando dicho libro quería ser compartido, prestado o regalado. Lo que hace el candado DRM, justo, es privar al usuario de esas posibilidades de intercambio. La cuestión, entonces, era: "yo pagué por este libro, es mío, ¿por qué no puedo compartirlo?" Así, aunque a la fecha habrá sitios que ofrecen libros con este candado, la verdad es que cada vez es mayor el número de libros que se intercambian sin el mismo.
Las tres tiendas más grandes del mundo venden libros sin candado DRM. De esta suerte, el consumidor puede adquirir un libro en, digamos, iTunes y luego realizar una copia para enviarla a un amigo.
Lo cierto, también, es que tanto en tiendas oficiales como en marginales se ofrece un infinito catálogo de libros gratuitos, no debiendo pagar más que las gracias por la libre transmisión. Afortunadamente, es común que un buen libro de un autor canónico sea gratuito; evadimos, así, la aventura de pagar por un libro de un autor principiante, que si bien puede ser excelente lo mismo puede ser una pérdida de tiempo y, claro, de dinero.
Un problema de antaño que poco a poco se ha ido solventando es el de la compatibilidad. A pesar de que los formatos universales han sido PDF y ePub, cada tienda formaba su propio nicho de venta. Amazon comenzó vendiendo sus dispositivos Kindle y ese era el espacio óptimo para la lectura. Con la aparición del iPad, en 2010, los libros se podían leer cómodamente mediante la App iBooks. Poco más universal es el caso de Google Play, cuyos libros pueden leerse en cualquier dispositivo con sistema operativo Android.
Para alegría y fortuna de todos, existen empresas que se preocupan por salvar el problema de la compatibilidad, ofertando sus servicios en diferentes plataformas y con distintos precios. Caso es el de www.24symbols.com/ 24symbols no sería una tienda propiamente; no vende libros. El sitio ofrece un servicio de lectura, con un amplio catálogo de libros de diferentes editoriales (algunas de ellas reconocidas internacionalmente). Apenas es necesario poseer una cuenta para disfrutar de la lectura. La página, además, cuenta con sus respectivas Apps en Google Play y en iTunes. Entre el catálogo de libros gratuitos se pueden encontrar grandes obras clásicas, que cualquiera que se precie de ser buen lector no podría dejar pasar. Los amantes de pagar por leer pueden optar por una cuenta premium; esto les permitirá leer el catálogo completo, desde cualquier dispositivo y, si se quiere, descargar el libro para continuar su lectura off line. Por si esto fuera poco, la interfaz de 24symbols permite compartir fragmentos del libro en las dos redes sociales más importantes, marcar texto y realizar una nota; curiosidades que iBooks de iTunes ya permitía.
Otro sitio que ha tenido gran aceptación entre los desenfrenados y poco moralistas lectores es http://epubgratis.me/ , una comunidad de digitalizadores de libros que, saltándose todo código de derecho, ofrece un catálogo de libros en formato ePub. Al momento de redactar estas líneas, epubgratis tiene un catálogo de 9507 libros; y sí, en epubgratis tienen a Jorge Luis Borges. El moralista y emprendedor comerciante de libros digitales puede omitir su visita a este sitio; quien quiera leer que lea.
Los libros impresos en papel no desaparecerán, no al menos en un futuro inmediato; y muchos queremos que no desaparezcan. Pero la reproducción masiva que ha permitido la digitalización de las obras ha puesto al alcance de todos más de una pieza que se creía perdida, descatalogada, fuera de edición, olvidada. En mi felicidad, he llegado a encontrar la editio princeps de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y La Biblia del oso (primera traducción al castellano de la Vulgata, por Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina). Moriré feliz sabiendo que estas dos verdaderas piezas de arte están al alcance de todo mundo, de forma gratuita.
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