No sabía por dónde comenzar esta entrada; la memoria, que es tendenciosa, me dio luz. Recuerdo aquella tarde de septiembre de 1999 en que dos entusiastas estudiantes de Psicología Social se pusieron a levantar encuestas en la UAM-Iztapalapa. El tema: el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque hoy así no lo parezca, en aquellos años el tema aún era controversial; quizá aún lo sea.
Aquella encuesta, luego, se convirtió en motivo de discusión y debate en aulas y pasillos. Tristemente, aunque la mayoría de los universitarios se mostraba, aparentemente, abierta y permisiva ante el matrimonio en la comunidad lésbico-gay, para muchos en México aún no estábamos preparados para tomar decisiones de esa índole. Desde luego, tangencialmente se trató el tema de la educación de los niños en una familia homosexual y la imagen ante las familias hetero.
Sobre todo, me impactó que el lugar común en esas discusiones fuera "en México no estamos preparados para esas cosas". Entonces yo no me cansaba de preguntar "¿cuándo estaremos preparados, entonces, si no comenzamos por aceptarlo ahora mismo?"
Sólo hasta finales del 2009 se aprobó en la Ciudad de México la reforma que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¡Diez años tardamos en prepararnos!
¿A cuento de qué viene esto en este espacio, principalmente dedicado al arte y la literatura? Uno de los temas más concurridos en estos días, para quienes nos dedicamos a la difusión de la lectura, fue la conferencia magistral dictada por Roger Bartra en el marco del Tercer Simposio Internacional sobre el Libro Electrónico. Entre las frase más citada en la comunidad tuitera fue aquella que lapida: "el libro electrónico es todavía un balbuceo" (Es ebook 'prótesis' de la lectura). Entonces, como en aquel lejano 1999, no puedo dejar de sentir cierto desconcierto. Balbucear es como decir que no estamos preparados; no estamos a la altura de las naciones en que la industria del libro digital ya es una realidad.
La realidad es que, en mis andares, he escuchado muchos prejuicios y negativas sobre la construcción, uso y difusión del libro electrónico. Los más reaccionarios apelan a esa nostalgia por el libro impreso, a la que también Bartra alude. Cierto, los dispositivos electrónicos de lectura son caros y no todo mundo puede hacerse de uno, no por el momento. Va la pregunta de nuevo: ¿cuándo estaremos preparados?
Hace poco pensaba que las nuevas tecnologías (incluidas las redes sociales) nos han permitido leer y escribir mucho, pero reflexionar poco. En un futuro no muy lejano, espero, también tienen que ponerse sobre la mesa de discusión todas las esferas que se mueven al rededor de la lectura en el contexto de las nuevas tecnologías, de las que una importante sería la de los derechos de autor. De hecho, ya se ha vertido algo de material sobre estos puntos, de los cuales Bartra ha hecho gala de conocimiento.
No quiero, por ahora, ocupar este espacio con un tema que da para ríos de tinta o, mejor dicho, de bytes. Apenas quiero expresar la preocupación que cabe aquí ante ese balbuceo del libro electrónico en México e Hispanoamérica. No estamos preparados y no lo estaremos si no hacemos lo propio, sin importar el costo material y emocional que ello implique; más que el valor monetario, el valor como identidad hispanoescribiente es lo que está en juego ante el mundo y ante nuestro futuro como cultura y tradición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tus comentarios pueden mejorar mi trabajo