viernes

Isla de Naxos


Entonces comprendí que había llegado el momento de las despedidas.
Supe, al fin, que la carne ya estaba vencida y que en el recuerdo del amor había, apenas, un conjunto de versos rotos.
Palabras, apenas palabras; pero del placer ya no quedaba ni el calor que nos consumía ni la lluvia de los miércoles.

Es hora de abandonar el laberinto y buscar nuevos pretextos para seguir vivo; aunque sean imposturas, aunque sean ruidos y silencios.