miércoles

El bosque de las maquinarias

Iniciamos noviembre y ya tenemos un par de sorpresas. Maquinaria y El bosque de las palabras son el resultado de dos proyectos separados por el tiempo y el espacio pero en los que confluye el amor a las palabras, a la identidad y a la amistad.

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Desde que comencé a escribir minificciones siempre me plantee la posibilidad de enfrentarme a nuevos retos y que mis historias breves fueran algo más que un puñado de palabras con un poco de ingenio. La página administrada por Álex Garaizar, Cincuenta palabras, representó ese reto que estaba buscando: la exactitud. Pero no se trata solamente de una exactitud en las palabras contadas al interior de un texto. Creo que, si nos lo propusiéramos, y con un poco de ejercicio, todos podríamos lograr algunos cuentos con un número limitado de palabras. El reto está, además de la cuenta de palabras, en hacer que esas cincuenta palabras estén llenas de sentido y que en ese breve universo quepan todos los mundos posibles.

Otro reto estaba implícito en el ejercicio de las cincuenta palabras: escribir varias historias que, en conjunto, tuvieran algo en común, una especie de mini saga. Como en Cincuenta palabras hay que esperar hasta un mes o más para poder ver publicado un texto propio, a veces es un poco difícil mantener al público cautivo; así que una peripecia más era que esos textos que algo tienen en común al mismo tiempo puedan leerse (e imaginarse) por separado, como pequeños mundos girando al rededor de una estrella; en algún momento tienen que chocar y crear nuevas realidades.

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Cuando Mariano F. Wlathe me invitó a participar en uno de sus admirables proyectos, bueno, simplemente no podía negarme. Las letras y la amistad sincera nos hermana y, con fortuna, a veces nos hace caminar por las mismas sendas. Sumada a esa amistad franca, mi alegría no pudo ser mayor cuando Wlathe me hizo saber que se trataría de un libro ilustrado o, más bien, un libro de arte con historias breves. Bien, yo era uno de los tres autores que debían escribir inspirados en nada más y nada menos que por las increíbles obras de Racrufi. Yo soy fan declarado de Racrufi desde la época en que ilustró algunas portadas de la revista de cómic latinoamericano El Gallito inglés, allá por los noventa.

Durante varios años dejé de leer cómic y un buen día, sólo por recordar viejos tiempos, fui a pasear a la convención de cómics La Mole Comic Con. Ahí me reencontré con viejos gustos y fanatismos. Desde luego, entre mis admiraciones no podía faltar la obra José Quintero, Edgar Clément y Racrufi. Entonces tuve la fortuna de encontrarme aquella vez con los tres autores mexicanos de mi adolescencia.

Escribir historias para cómic es todavía para mí una remota posibilidad, sobre todo porque mis intereses son un poco dispersos. Lo que sí puedo decir es que cuando mi buen amigo Wlathe me presentó las imágenes que teníamos que ilustrar con nuestras palabras, ¡wow!, sabía que debía tratar de poner lo mejor de mí. Así que, ya ejercitado en contar historias de cincuenta palabras, pensé que lo mejor sería cumplir ese reto con una de las cosas que mejor me salen, contar palabras. Después Wlathe me dijo que mis textos mantenían una unidad, como un hilo conductor. Claro que me lo plantee desde el principio: quería que cada una de las obras de Racrufi tuviera una historia propia, independiente, pero que a un tiempo significaran algo más si se leyeran en conjunto, las mías pero también en relación a lo que los otros dos autores fueran a escribir.

La identidad, digamos, era el último reto. El arte de Racrufi está muy ligado con la identidad del arte prehispánico y, sin embargo, cada una de sus piezas me parece atemporal, eterna; como si cada uno de sus personajes, en los que nos reflejamos, nos dijeran: "esto soy/eres/somos". Así que mis minificciones de ser un poco así, sin tiempo definido, sin pasado ni futuro, porque, a pesar de la sangre, la dolorosa sangre presente, somos una semilla siempre a punto de brotar.

Yo no sabía qué iban a escribir los otros autores y, claro, ellos tampoco podían adivinar mis pensamientos. Entonces nos unió el arte y la nacionalidad. Sólo espero que Wlathe y Laura Eliza Vizcaíno se hayan encontrado en mis historias como yo en las de ellos, y esa identidad de palabras sea al menos un pequeño pero franco tributo al arte de Racrufi.

El arte (y la poesía lo es) rompe fronteras. Sólo espero que los posibles futuros lectores se encuentren también en este esfuerzo de amistad, porque esto soy/eres/somos.


viernes

Militancias

Que se persignen
los pobres de espíritu,
los que esperan,
los que siempre esperan,
que un falso predicador
les diga,
les ordene,
les mienta.

Que acudan a marchas
quienes creen en colores,
quienes defienden banderas.
Mi color está en la sangre;
mi partido, en el corazón;
mi bandera es la piel entera.

Que se den golpes de pecho
los traidores,
los idealistas,
los soñadores.
A mí que me mate la vida,
que me traicione la necesidad,
que mi ideal sea el pan de cada día,
que mi sueño venga con el mar.

Que alguien venga a lapidarme,
porque no me pienso callar
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sábado

Historias breves de Juan Cuervo (IV)

Juan Cuervo sabe que los huesos no cantan, por eso ha decidido callar. Ahora sólo le llora en silencio a su novia muerta.

viernes

Historias breves de Juan Cuervo (III)

Juan Cuervo no es ningún asesino, sólo está juntando las piezas necesarias para darle cuerpo a su propia soledad.

Historias breves de Juan Cuervo (II)

Cuando va por la calle y le gritan ¡asesino!, Juan Cuervo quisiera cubrirse el rostro, pero recuerda que no tiene vergüenza, ni cara, ni cuerpo; sólo tristeza.

martes

Historias breves de Juan Cuervo (I)

Juan Cuervo, cuando va al cine, en lugar de palomitas, come restos de soledad; y sí, también se emociona con las escenas de amor.

miércoles

Escribir con luz

En una obra literaria, a todos esos elementos que están orbitando fuera del discurso estrictamente literario, se le llaman "elementos paratextuales" y "elementos extraliterarios". Los primeros pueden ser aquellos como el título de la obra, el autor, el género, la editorial, el país de origen y otros tantos que nos predeterminan la forma en que leeremos un determinado libro, pero que, finalmente, no nos cuentan lo que está dentro del libro. Los segundos, por otro lado, pueden ser la biografía del autor, el contexto social, su relación con otras obras del mismo género o tiempo, o, incluso con el resto de la producción literaria de un país o de todo el mundo. De alguna manera, también estos elementos nos dicen algo sobre la obra que leeremos, pero que no conocemos cabalmente sino hasta que leemos todo el libro.

Dadas estas circunstancias, una corriente de la crítica literaria prefirió hacer caso omiso de esos elementos justificando que lo realmente importante de una obra literaria es, justamente, el discurso estrictamente literario, aquello que se cuenta al interior de la obra. Para que nos quede un poco más claro, pongamos un ejemplo: supongamos que, de pronto, tenemos un libro del que no sabemos absolutamente nada: no tiene forros y, por tanto, no conocemos el nombre del autor, ni el género al que pertenece, ni el título. Al hojearlo, por su aspecto físico, podemos darnos una idea de lo que es: si está escrito en líneas cortadas, quizá tengamos un libro de poemas o, tal vez, un guión de teatro o de cine; si es el caso de que esté escrito a renglón seguido, entonces tal vez tengamos un libro de cuentos, una novela o un ensayo. Todo esto sólo por pensar en una obra de arte literaria, pero la verdad es que es posible que también pudiéramos tener frente a nosotros un tratado antiguo de medicina o cualquier otra cosa. ¿Cómo saberlo? ¿Cómo conocer de lo que se trata ese libro y la intención última del autor si no siempre tenemos la posibilidad de tenerlo cerca de nosotros para que nos explique de lo que se trata su trabajo.

Ahora bien, lo mismo, creo, se puede aplicar al discurso fotográfico, e incluso con más razón. No siempre tenemos al autor de una fotografía para que nos explique sus verdaderas intenciones al haber tomado una foto y hacerla pública. Entonces, al igual que con un libro, con lo único que contamos para explicarnos la fotografía es lo que está al interior de la fotografía y el discurso que presenta. Algo, por muy breve que sea, queremos decir cuando decidimos hacer tal o cual encuadre, hacer un recorte o una edición determinada; algo queremos decir cuando, también en la fotografía con teléfono móvil, decidimos usar tal o cual filtro. De otro modo, si usamos de esos elementos, digamos, a la diabla, sólo por ir tirando, creo que realmente no avanzamos mucho y, más bien, tenemos un discurso fotográfico bastante pobre. Es bien cierto lo que recientemente dijo Pedro Méyer: actualmente hay muchos fotógrafos, pero pocos con una verdadera cultura visual. Aún cuando una imagen pueda ser hecha en estudio y con una escenografía muy a propósito, de cualquier modo, ¿qué nos estaría diciendo esa imagen de estudio?, ¿cuál sería su mensaje?

Definitivamente, no puedo creer que una fotografía no tenga narrativa, porque, entonces, ¿con qué sentido tomamos una cámara y oprimimos el botón? Incluso en una fotografía meramente ornamental se dice algo, algo sobre la belleza, quizá, de un paisaje, un bodegón, un desnudo, un retrato. No podemos dejar de contar algo cuando se usa el lenguaje escrito o cuando se pinta con luz.

jueves

43

La violencia en México parece una enfermedad que no respeta género, edad ni estrato socioeconómico. El arte es una de las mejores formas de responder, de hacerle frente a este estado de las cosas. Te invito a leer y compartir la edición especial del 4º aniversario de la Revista Literaria Monolito, dedicada al tema de la violencia en México. Diferentes artistas abordan la problemática que vivimos desde hace ya varios sexenios en nuestro país. Diferentes miradas, diferentes disciplinas; una misma preocupación.

"43" es un cuento que guardé un año entero, por respeto, por tristeza, por esperanza; por México. Puedes leerlo y compartirlo en la página 73.

ArteSanoDigital en Radio UNAM






viernes

Día internacional del libro

¿Qué significa un libro para mí? Tengo 41 años, crecí todavía en la tradición del libro impreso. Uno de mis géneros literarios favoritos es la ciencia ficción. Creo que una cosa llevó a la otra: desde pequeño, en ese afán de saber cómo sería nuestro mundo futuro, fue creciendo en mí el interés por las nuevas tecnologías. No podía, desde luego, dejar de imaginar también las futuras posibilidades del libro y la lectura. En la difícil, pero (para mí) no irreconciliable, transición del libro impreso al libro digital me encontré con románticas declaraciones como "yo prefiero el olor de la tinta" o "nada como sentir las viejas hojas de un libro impreso". Esas declaraciones, no niego, fueron mis propios argumentos de fervoroso lector de biblioteca andante. Con mi fervor por las nuevas tecnologías, y haciendo un poco de memoria en la historia del libro, pronto me di cuenta de que no es el soporte material lo que hace al libro, ni al lector. Si bien pensamos, la historia del libro impreso, en nuestra concepción de Gutenberg, tiene realmente una vida muy corta, en relación a la historia del ser humano, que neciamente se ha dado a la tarea de dejar constancia de su paso por este universo en los más diversos soportes materiales: piedra, papiro, códice, largos folios copiados a mano, libros impresos en serie, libros digitalizados y, ahora, libros hechos desde su origen por y para la era digital. Eso es, al final, un libro para mí, una voluntad, una magia, un arquetipo, que se posa por un instante en nuestros perecederos cuerpos para vivir por siempre.

Hoy en día, como Cervantes, o el narrador de Cervantes, o ese sueño que somos de Cervantes, leo todo lo que cae en mis manos, desde un cartel pegado en las calles hasta un tuit, pasando por el siempre memorable ciego argentino y el honorable manco de lepanto; y con eso tengo para multiplicar mis días y mis noches en esta inconmensurable biblioteca de Babel.

Al final, si me lo preguntan, cuando muera, que me pongan en un barquito de papel; quiero regresar al libro del que nací.

martes

Fábula del rey y el mendigo

Una vez un hombre de alta investidura que se pensaba bueno mandó cerrar las calles para pasar y andar entre las gentes. Mientras tanto, un viejo campesino que nada sabía de investiduras, deseaba, como todos los días, ir al campo para ganarse algo que llevarse a la boca. Cerradas las calles del pueblo, los fanáticos y los militares que custodiaban el camino del gran hombre no dejaron pasar al viejo, tachándolo de necio, de loco, de ignorante. Al caer la noche, con las calles habitadas solamente por los montones de basura abandonados al paso del dignatario, el anciano murió solo y hambriento.

jueves

The Revenant by Tarkovski

Con la recientemente estrenada The Revenant, los elogios y las duras críticas sobre su director, el mexicano Alejandro González Iñárritu, se han polarizado, al menos en las redes sociales, que hace mucho dejaron de ser confiables, o quizá nunca lo han sido.

Cuando una cinta se pone de moda en los post y comentarios de redes sociales, no sé si a ustedes les pase, algo en mi ánimo muere. Vi, con todo, The Revenant porque, al margen del elogio, la diatriba o el juicio lapidario, creo que el cine de Iñárritu ya es algo que se tiene que ver obligadamente para conocer algo de la historia del cine contemporáneo. Desde luego, para los mexicanos no deja de ser motivo de orgullo que un compatriota destaque no solamente en Hollywood sino en todo el mundo.

Yo no haré elogio ni vituperio sobre The Revenant y mucho menos sobre su director. Para mí, Iñárritu es de esos directores de los cuales tengo que revisar su biografía y su filmografía cada vez que veo una nueva película. Para redactar esta entrada, por ejemplo, he tenido que buscar y tener a la mano la información de su filmografía. Entonces me doy cuenta, con alegría, que he visto todo el trabajo de Iñárritu. Eso me hace preguntarme, entonces, ¿por qué se me olvida tan rápidamente?

Ahora recuerdo que lo primero que me llamó la atención de Amores perros, como seguramente a muchos, fue la técnica narrativa, para entonces ya más que conocida en la literatura, una historia contada desde distintos puntos de vista. Mis inclinaciones siempre se han perfilado sobre una buena técnica narrativa, y creo que el cine de Iñárritu es eso, excelentes ejercicios narrativos. Saltándome varios años y el resto de las cintas, pude reafirmar mi aprecio con Birdman, cuya manera de contar la historia es impecable, esta vez apostando al manejo de la cámara y a la edición.

Pero, ¿qué pasa con las historias contadas? Puedo recordar más o menos con precisión cómo fueron contadas 21 gramos o Babel, y puedo decir que me gustaron tanto como la ópera prima; Birdman aún más. Aquello que se contaba es lo que me cuesta trabajo precisar.

Expectativas, comentarios y anuncios de por medio, me enfrenté a The Revenant con la misma inocencia de quien no espera nada salvo una historia, buena o mala. Pocas veces he hablado con mi mujer (ella que es especialista en cine producido, hecho o representado por latinoamericanos) sobre mis apreciaciones de Iñárritu, salvo que creo que hace mucho que dejó de ser un cine latinoamericano, pagado de la industria norteamericana, lo cual no necesariamente tiene que ser malo. Lo curioso es que la primera impresión de Lía fue exactamente la misma que la mía sobre las cintas anteriores: "me gustó la forma en que está contada pero la historia no mucho. Es aspiracional; el muy bueno contra el muy malo y, obviamente, tiene que ganar el bueno. La fotografía, eso sí, es excelente; claro, es de Lubezki". Yo me quedé en las mismas, pensando que tardaré muchos, muchos años para volver a ver una misma película de Iñárritu; ninguna la he visto más de una vez.

Sin embargo, fotografía, encuadres o atmósfera, algo, algo que no sabría decir bien qué me recordaba al ruso Andréi Tarkovski (1932-1986). Mientras veíamos The Revenant, por mi mente pasaban flashasos de El espejo, Nostalgia, Stalker y Solaris. Pensé que no sería nada extraño que tanto el fotógrafo como el director mexicanos conocieran la obra del ruso. Traté de pasar de largo y divertirme con los dimes y diretes, memes y elogios (el Oscar para el oso) en las redes sociales. Supongo que la idea quedó grabada en mi inconsciente y, sin intención, los caminos me trajeron a este post.

La verdad es que desde hace un par de años he querido revisitar la obra del ruso, porque creo que es una de esas obras de arte que no se pueden dejar de admirar antes de morir (habrá quien piense que exagero y no le discutiré; al fin y al cabo, cada quien sus doctrinas). La semana pasada vi dos de sus primeras cintas, The Killers (1958) y Hoy no habrá licencia (1959). Afortunadamente aún no había nada que me trajera de nuevo al presente de The Revenant, porque son películas ya muy antiguas, filmadas en blanco y negro y nada tienen que ver con la impresionante fotografía y los espectaculares encuadres de sus trabajos posteriores.

En este afán por revisitar todo Tarkovski, recordé que hace unos años, tras cumplirse el periodo de derechos de autor, las películas no serían tan difíciles de encontrar en la red, con todo y que ahora no es un cine muy apreciado por la mayoría. Afortunadamente Andrei Tarkovski cuenta con fieles admiradores, yo entre ellos. Así, pude encontrar fácilmente en YouTube El espejo (1975) y Nostalgia (1983). Ambas películas las recuerdo con afecto y espero pronto darme un tiempo para volver a verlas.

Ahora bien, a veces se precisan una serie de argumentos que pretenden ser poderosos para llegar a conclusiones que podrían parecer absurdas, sobradas o carentes de buen gusto. Lo cierto es que, buscando a Tarkovski en YouTube, además de las películas, encontré un video que, igual que mi juicio neutro sobre Iñárritu, no tiene nada qué agregar salvo lo que se muestra en imágenes. El video simplemente se titula "The Revenant by Tarkovski", fue publicado el 3 de febrero del 2016 y en la descripción agrega: "17 scenes of The Revenant in comparison whit Andrei Tarkovski scenes". El administrador del canal, me da la impresión, quizá sea ruso, Misha Petrik. Con tan pocos días, ha tenido 158 099 reproducciones. Es admirable porque sí, efectivamente quien vea fácilmente se podrá percatar de la influencia del ruso en los mexicanos.

Cuando terminé de ver The Revenant, como digo, me quedé con esa extraña sensación de estar viendo a Tarkovski. Al final, a mí algo me alegra que Iñárritu esté marcado por el signo de Tarkovski, porque eso me moverá a ver las futuras películas del mexicano con mayor interés, si bien hay que reconocer que no gratuitamente al ruso se le ha llegado a llamar el poeta del cine, algo que creo remoto para el mexicano; pero cada quien sus doctrinas, sus filias y sus condenas.



viernes

2015

Finalmente terminó el 2015 y, para muchos, no termina de saberse si fue bueno o malo. Para mí fue un año de trabajo, de mucho trabajo, con resultados a veces buenos, a veces malos. Tanta siembra, con todo, al final, deja buenas esperanzas para seguir caminando y esperar que las lluvias alimenten la tierra para que pronto se puedan cosechar buenos frutos.

Fuera del día a día, soy malo para enumerar logros y desesperanzas, así como tampoco suelo alimentar falsas ilusiones; como digo, prefiero esperar a las lluvias para poder separar las flores del abrojo.

Comparto aquí, con la memoria al vuelo, los proyectos del 2015; algunos ya terminados y otros aún en curso. En lo referente a los proyectos compartidos, de antemano pido disculpas si algún nombre olvido; quienes bien me conocen, sabrán que mis juegos de ruidos y silencios y mis intentos de luces y sombras siempre están con los brazos abiertos.

El primer proyecto del año fue el libro impreso La oficina del olvido (Ediciones y Punto). Todavía puedes conseguir un ejemplar poniéndote en contacto con la editorial a través de su fanpage en Facebook: Ediciones y Punto o dando click sobre el título: La oficina del olvido. Además puedes conseguir otros títulos de su prometedora colección Averno, ideas oscuras; recomendación especial de los textos de Paulina Monroy y Odeen Rocha; agradezco con el corazón al segundo por apoyarme en la presentación de mi libro en el marco de la FIL Zócalo.

La oficina... es un proyecto que surgió, a su vez, de un proyecto mayor: Cincuenta palabras, página web española, admirablemente administrada por Álex Garáizar, que reúne a minificcionistas de todo el mundo hispanoescribiente que tienen por pasión narrar en exactamente 50 palabras. El proyecto ha sido tan fructífero que ya cuenta con dos antologías, reuniendo a sus mejores exponentes. Una selección de mis 50 palabras ha aparecido en ambas antologías, y ha sido un gran honor.

En este recuento de los años, no puedo dejar de mencionar a Penumbria, revista de literatura fantástica, en donde ya hace mucho dejó de ser útil decir que es mexicana, porque actualmente cuenta entre sus colaboradores frecuentes a autores españoles, argentinos y un largo etcétera. Desde el principio, Penumbria ha sido como un hogar para mis cuentos. Siempre digo "esta vez no tendré algo para enviar, pero siempre me sale una historia porque tanto los responsables de hacer la revista como sus autores publicados siempre son inspiradores, terriblemente inspiradores. El recuento de mis aportaciones para esta fantástica revista lo puedes encontrar en mis Obras incompletas, en donde además podrás ver y compartir la nómina de mis trabajos y mis días.

A la amistad habrá que sumar la muy estimable de Huge Mess y Alexsa Bathory, con quienes he podido dar forma ya a dos publicaciones de ArteSanoDigitalTerrotic en 2014 y 50 demonios en 2015. Desde luego, a nombre de mis compañeros, agradesco tanto a autores como a proyectos alternos como Ciudad Mínima, 50 palabras y Penumbria por haber confiado en nuestros juegos de palabras.

Pero si de lúdicos hablamos, mis más sinceros afectos y respetos están con Huge Mess y su hashtag en Twitter: #Jueverotic , que ha tenido tanto éxito que este año dio como resultado una antología impresa de cuento erótico, publicada por Canto del libro, y que muy pronto andará circulando en las librerías Gandhi de México. En esta antología hay un cuento mío, que es un humilde intento por acercarme a un género que, reconozco, no termino de dominar; el erotismo se presenta como un reto que espero superar con dignidad alguna vez.

Justamente el reto está en el cine: este año tuve la fortuna de ponerme en contacto y conocer en persona a quienes forman el proyecto postporno @3equisxxx1 con su director Mauricio Parra y los actores Calia Qadehs y Álex Palma. Si bien había escepticismo al principio, al ver su trabajo, su pasión y entrega, y sobre todo su charla tan amigable, no puedo sino afianzar mis ganas de escribir erotismo y, quizá, alguna vez hacer un guión.

Y qué pequeño es el mundo, que al conocer a @3equisxxx1 me enteré que hay amigos entrañables en común: Mariano F. Wlathe. Como se dice, hay envidia de la buena, porque el trabajo de Wlathe demuestra también empeño y pasión. Ya estoy ansioso por ver ese primer cortometraje cuyo guión es de la trastornada imaginación de Mariano, quien este año pudo bailar Al son de las sirenas.

Mientras se cumple el sueño de escribir para @3equisxxx1 en los últimos meses de ese ajetreado 2015 pude caminar por la senda de otra de mis pasiones, la fotografía, e iniciar el aprendizaje de la fotografía erótica, que es más, mucho más, que un simple disparo en la oscuridad o un desnudarse gratuitamente. Aún estoy trabajando en mis primeros intentos, pero gracias a los mismos he podido conocer a buenos fotógrafos y a excelentes modelos como Martha Avellaneda Taddei y María Hernández.

Agradezco también a Bersaín Lejarza Abelleyra y a José Manuel Ortiz Soto por creer en mi trabajo e incluirme en sus respectivos proyectos literarios y culturales; deseo larga y fructífera vida para editorial Objetum, Antología virtual de minificción mexicana e Internacional microcuentista.

Terminando estas líneas, casi olvido un fuerte, fuerte abrazo, para el poeta slamer Comikk Mg y todo el colectivo POM, que me dio la oportunidad de ganar mi primer Slam de poesía, también en el marco de la FIL Zócalo. Quienes se mueven en el circuito mexicano de Slam Poetry saben que más que un premio, un primer lugar, un honor, se gana la amistad, la alegría, la palabra viva y poder compartirla. Gracias, querido Rojo Córdova, también, por ser excelente promotor y mentor de la palabra al viento.

Quedan muchos nombres, proyectos y amistades en el tintero del corazón y en los presagios del 2016. Al final, no puedo sino quitarme el sombrero y ofrecer una reverencia.

Me postro ante ti, Lía Romero, virtud de mi camino.