domingo

El corazón de las tinieblas


"Ustedes saben que odio, detesto, me resulta intolerable la mentira, no porque sea más recto que los demás, sino porque sencillamente me espanta. Hay un tinte de muerte, un sabor de mortalidad en la mentira que es exactamente lo que más odio y detesto en el mundo, lo que quiero olvidar. Me hace sentir desgraciado y enfermo, como la mordedura de algo corrupto".



*Este fragmento de "El corazón de las tinieblas" lo tomo de Cuentos memorables según Jorge Luis Borges. La traducción pertenece a Sergio Pitol.

**Siguiendo los enlaces que a continuación dejo se pueden encontrar diferentes ediciones de esta historia de Conrad.





***La imagen que acompaña a esta entrada es de mi autoría y se puede ver la serie completa en Con clavos en el corazón, de este mismo espacio.

jueves

Rip Van Winkle

No sé si a ustedes les ha pasado alguna vez por la cabeza despertar y no reconocer el mundo o que el mundo no los reconozca a ustedes. Desde que puedo recordar, yo siempre he tenido ese deseo. Infortunadamente no se ha concretado y dudo mucho que llegue ese día en que el mundo sea otro para mí o yo sea otro para el mundo. Recordando al ciego argentino, estoy condenado a ser yo, Andrés Galindo.

A todos, irremediablemente, alguna vez nos toca la fortuna de la muerte, acaso esa sea la única y verdadera forma de ser alguien más, de despertar en otro irreconocible y nuevo mundo. No sé si con buena o mala fortuna, en lo que llega ese grato de día de ser otro, he decidido pasar mi tiempo no entre libros sí entre el divino oleaje de la literatura, porque la verdadera literatura esconde muchos otros rostros más allá de vanas bibliotecas idolatradas por Falsos lectores, y cuyo destino es la hoguera. Para mí la literatura es una forma de ver el mundo, de comprenderlo o tratar de comprenderlo. Pero hay días, justo cuando ese deseo de la otredad se afianza con mayor ahínco, en que la literatura se convierte en una caverna protectora, único refugio ante el mundo que, insistentemente, es el mismo, terriblemente el mismo.

El tópico de la otredad en la literatura tiene una larga tradición, acaso tan larga como la historia de los sueños. Tal vez esa es la verdad de la literatura: la satisfacción de ser otro. Recuerdo, mal y pobre, las palabras de Aristóteles: el poeta escribe las cosas como le gustaría que fueran, no como son.

Philip K. Dick, creo, encontró en su paranoia la fuente primordial de la otredad. Eres alguien y un día te despiertas y, sorpresivamente, nadie te reconoce. Pero no quiero detenerme ahora en este escritor de ciencia ficción. Tampoco haré una historia de este tópico. En realidad, lo dicho en párrafos anteriores están en lugar del argumento de "Rip Van Winkle". No quería dar seña alguna de la historia del señor Winkle; espero que el ocasional lector la descubra con el mismo asombro y agrado que yo.

"Rip Van Winkle" es un cuento de Washington Irving (1783-1859) con el que cierro la lectura de Antología del cuento norteamericano, editada por Richard Ford y presentada por Carlos Fuentes. El cuento, en realidad, es el primero de los sesenta y cinco que conforman la antología, pero yo he tenido el desatino de leer in extrema res.

Los motivos por los que ahora comparto este espléndido texto son varios, que un lector asiduo a este blog ya podría adivinar; quizá el más importante sea, dado el artificio para cambiar de tiempo, que pertenece al género fantástico, género con el que me identifico a plenitud.

De la red recupero una versión en su lengua natural, ilustrada además: Rip Van Winkle.

Pero también dejo aquí un par de enlaces hacia dos diferentes traducciones: Rip Van Winkle / Rip Van Winkle, de las cuales la segunda es más recomendable por llevar notas al final y marcas de parágrafo.

martes

En la penumbra duermes tú

Como queda referido en una entrada anterior de este blog, "En la penumbra duermes tú" se publica este mes en la revista mexicana de literatura fantástica Penumbria, dirigida por el escritor y entusiasta difusor de arte fantástico Miguel Antonio Lupián Soto.

Hoy aparece Penumbria 15 y no puedo dejar de sentir alegría al ver que mi cuento abre sus páginas.

Como decía, salvo por el nombre y características del personaje, "En la penumbra duermes tú" se puede leer de manera independiente respecto de "Cabeza de caballo", cuento que aparece publicado en Penumbria 5. Al día de hoy, seguiré trabajando en la tercera y última parte de la vida de Cabeza de caballo. Desde luego, me encantaría que ésta se publicara también en Penumbria, pero la decisión final está en las manos de quienes elaboran esta revista que está destinada a dejar huella en la historia de la literatura fantástica nacional. La publicación festejó su primer aniversario con una selección impresa de lo mejor de su hasta ahora breve historia, esperando que los años venideros sean muchos y plenos de éxitos, fantasías y gratos horrores, como hasta ahora ha sido.

Sin más, aquí Penumbria 15.


*Como ya es costumbre, en la página Más de acá para allá / Obras incompletas hay un registro constante de mi participación tanto en Penumbria como en otras publicaciones digitales. Las publicaciones impresas, que son más bien pocas, no están incluidas por carecer de versión digital; andarán sueltas, como hojas al viento, por esos caminos del señor.

domingo

Novela por entregas

A razón de haber abandonado la red social Facebook, le había perdido la pista a una publicación de crítica, ensayo y narrativa que se fabrica en Mérida, Yucatán. Ayer, gracias a un golpe de dados, di de nueva cuenta con delatripa. Me dio gusto saber que continúa el proyecto y con buenos ánimos; no podía ser de otro modo si el editor es Adán Echeverría, quien ya cuenta con varios libros publicados y cantidad de colaboraciones en diferentes publicaciones nacionales. Su esfuerzo como difusor y editor no es menos, dejando en claro que la literatura mexicana de ninguna manera puede ser centralista.

Mi última colaboración para delatripa, narrativa y algo más (en el número 7), lleva por título "Novela por entregas". La dejo aquí ahora, esperando resulte grato ante los ojos del ocasional lector.



*En la parte derecha de este blog, en la sección Más de acá para allá / Obras incompletas llevo un registro de lo que se va publicando en diferentes espacios. Si llama la atención, desde ahí se puede redirigir hacia las páginas en donde se encuentran libros y revistas, entre ellos algunos números anteriores de delatripa en los que también he participado. Desde luego, el lector es libre de reproducir y compartir lo que aquí encuentra, siempre mencionando el nombre de autor y fuente.

**Si visitas este espacio desde la pantalla de un móvil, seguramente el aspecto del blog será diferente y, por tanto, la sección Obras incompletas se podrá encontrar al final de la página (parte inferior de la pantalla).

sábado

Juanita Bodoque XII

El día que murió Cabeza de caballo dejé de reír... y de escribir.

¡Juanita, Juanita Bodoque, hija, por el amor de Dios, deja de escribir esos cuentos, que te vas a volver loca!

Mi madre no sabía, o no quería saber, que mi padre me había heredado la locura, y tal vez un día yo se la heredaría a mis hijos, y mis hijos a sus hijos... Quizá así podremos arrancarnos del pecho ese corazón con clavos que lleva la estirpe de Juan Ehecatl. Sólo yo sé que por eso se fue una mañana rumbo al mar:

Quiero que me canten al oído mientras me arrancan este corazón que me lastima por dentro.

Yo dejé que muriera Cabeza de caballo. Esperaba que fuera un sacrificio para repoblar la tierra de sueños y esperanzas. De todos modos ya estaba muy viejo y ya no podía espantar a nadie. A mí siempre me dio ternura y algo de pena; quizá él también llevara clavos en el corazón.

¡Juanita, por el amor de Dios, deja de escribir que te vas a volver loca!

Está bien, madre; pero cuéntame otra vez la historia del conejo en la luna.



*En el quinto número de la revista Penumbria apareció el cuento que lleva por título "Cabeza de caballo". Hace unos meses un sueño me lo trajo de nueva cuenta y escribí otro cuento que, salvo por el nombre del personaje, se puede leer de manera completamente independiente. "En la penumbra duermes tú" aparecerá en el próximo número de Penumbria (ya lo anotaré en la siguiente entrada de este blog). Ahora bien, desde siempre he tenido esa enfermiza inclinación a darle muerte a los personajes. Quería darle una muerte digna a Cabeza de caballo. Creo que no hay mayor dignidad que la del tópico de las armas y las letras. Así que desde ayer he caminado dándole vueltas al asunto y, al fin, he vislumbrado en otro de mis personajes la solución del problema: Juanita Bodoque, autora de Cabeza de caballo. Los párrafos con que inicia esta entrada son, apenas, borrador y esquema básico para la tercera parte de lo que formaría la trilogía Cabeza de caballo.

**El interesado lector puede encontrar otras colaboraciones en Penumbria y otras publicaciones en la parte derecha de este espacio: Más de acá para allá: Obras incompletas.

jueves

Raymond Chandler y el Pulp

Hace ya varios años un profesor de narrativa me impuso leer "Sangre española", de Raymond Chandler (1888-1959). Creo que no se le presta la suficiente atención a algo que se impone. Pasados los años, he podido releer con gusto el cuento y me he puesto a seguirle la pista. Aunque, en realidad, mis esfuerzos no han sido los suficientes, he dado con gratos resultados.

El cuento fue publicado originalmente en la revista pulp Black Mask en noviembre de 1936. Me hubiera gustado encontrar una reproducción digital de esa editio princeps del cuento de Chandler (hoy en día se encuentra casi todo en internet, a pesar de las estúpidas restricciones de quienes pretenden lucrar con el flujo de información -entre los que se encontrarán no pocos miembros de la secta de los Falsos lectores-).

Como compensación a mi fallida pesquisa, di con un botín digno de cualquier amante o investigador de revistas pulp. No me detendré ahora a explicar el género pulp, Wikipedia bien puede tomar la tarea para neófitos como yo. Los entendidos en el género podrían recomendarme fuentes más fiables.

Si bien no el cuento referido, el desocupado lector podrá encontrar más textos de Raymond Chandler siguiendo este camino (todos en formato ePub).

Por otro lado, The Pulp Magazines Project ofrece un buen catálogo de revistas pulp digitalizadas, listas para ser leídas en línea o descargadas en formato PDF.

La cereza del pastel de esta entrada llega aquí: 80.59 GB de revistas pulp en un sólo archivo torrent. Para disfrutar, se debe tener un gestor de descargas torrent, una buena conexión y mucha, mucha paciencia. Mientras escribo, he comenzado una descarga que promete 355 series con 2970 revistas pulp, todas en formato .cbr (se deberá tener un lector cbr, en cualquier dispositivo que se use).

Entre las revistas pulp de mayor fama están: Black Mask, Weird Tales, Amazing Stories, entre otras muchas otras.

domingo

Katherine Mansfield

En la última (y mala) Feria Internacional del Libro del Zócalo de la Ciudad de México algo bueno se pudo encontrar: había un pequeño local, al que no muchas personas hacían caso, en el que el viandante podía hacer trueque de libros. Malamente, yo dejé un ejemplar impreso de Veinte poemas de la furia y, a cambio, traje a casa Té de manzanilla & otros poemas, de Katherine Mansfield.

El pequeño libro, publicado en el 2006 por editorial Bajo la luna (Buenos Aires), recoge selección, traducción y prólogo de Mirta Rosenberg y Daniel Samoilovich.

A continuación comparto dos poemas que, a mi gusto, son los más significativos, si bien el resto de la selección no se queda tan a la zaga.

Loneliness

Now it is Loneliness who comes at night
Instead of Sleep, to sit beside my bed.
Like a tired child I lie and wait her tread,
I watch her softly blowing out the light.
Motionless sitting, neither left or right
She turns, and weary, weary droops her head.
She, too, is old; she, too, has fought the fight.
So, with the laurel she is garlanded.

Throught the sad dark the slowly ebbing tide
Breaks on a barren shore, unsatisfied.
A strange wind flows... them silence. I am fain
To turn to Loneliness, to take her hand,
Cling to her, waiting till the barren land
Fills with the dreadfull monotone of rain.

Soledad

Ahora es la Soledad la que viene de noche
en vez del Sueño, a sentarse junto a mi cama.
Como una niña cansada espero oír sus pasos,
y la miro mientras sopla la vela suavemente.
Se sienta sin moverse, ni a izquierda ni a derecha
gira, y rendida, rendida deja caer la cabeza.
También ella es vieja; también ella ha peleado la pelea.
Así, con laureles está adornada.

A través de a triste sombra la marea que baja lenta
surca una costa estéril, insatisfecha.
Sopla un viento extraño... después silencio. Estoy lista
para aceptar la Soledad, tomarle la mano,
aferrarme a ella, esperando, hasta que la tierra estéril
se llene con el terrible monótono de la lluvia.

The Gulf

A gulf of silence separates us from each other
I stand at one side of the gulf -- you at the other
I cannot see or hear you -- yet know that you are there --
Often I call you by your childish name
And pretend that the echo to my crying is your voice.
How can we bridge the gulf -- never by speech or touch
Once I thought we might fill it quite up with our tears
Now I want to shatter it with our laughter.

El abismo

Un abismo de silencio nos separa
Yo estoy de un lado del abismo -tú del otro-
no puedo verte ni oirte -pero sé que estás allí-
Suelo llamarte por tu nombre infantil
y finjo que el eco de mi grito es tu voz.
Cómo podemos franquear e abismo -nunca hablándonos, tocándonos-
antes pensaba que podríamos llenarlo con nuestras lágrimas,
ahora quiero destrozarlo con nuestra risa.


He de confesar que es el primer libro de Mansfield que leo; pero ahora sé que, además de poeta, también fue una dedicada narradora. Dejo para un futuro no muy lejano la lectura de En una pensión alemana, anotado aquí en formato ePub.

sábado

Haikús del renacimiento

En pasados días me notificaron que mi pequeño libro Haikús del renacimiento ya ha salido de la imprenta y listo para ser leído.

Dejo aquí uno de los textos que conforman esta recopilación de haikús:

Solas y tristes,
sin mirar la parvada,
viajan las aves.

Si te gustan los haikús, si te gusta la poesía, recomiendo que te pases por (H)onda nómada ediciones Ahí puedes preguntar por este pequeño libro recién salido, además de encontrar poesía de otros autores, con los que seguro te puedes identificar.

Un lugar en donde (H)onda nómada suele distribuir sus libros es Global Comics Éste es un espacio para bien comer, convivir, escuchar poesía y encontrar un buen cómic.

miércoles

El nacimiento de los hombres viejos

En estos días he continuado la lectura de La misteriosa llama de la reina Loana de Umberto Eco. Como decía en una entrada anterior de este blog, no contaré nada sobre la vida y obra de Giambattista Bodoni, protagonista de la novela.

Pero, como también decía, Umberto Eco es del tipo de autores que te llevan a otros autores, a otras literaturas, a otros recuerdos. En algún texto teórico de Eco (y si mal no recuerdo es Los límites de la interpretación) se dice que la lectura que se hace de un texto depende de nuestra biblioteca personal, de los libros que hemos leído en el pasado. Algo similar ya atrevía Borges en "Kafka y sus precursores".

Yo he dado, en el capítulo 7, Ocho días en un desván, con un recuerdo y un deseo postergado.

No sé si todos alguna vez hemos soñado o imaginado que la vida comienza cuando se es viejo y termina cuando se es un recién nacido. Lo que sé es que hay en la historia tres hombres que han redactado ese deseo que, quizá, implique el olvido del dolor que causa la senil muerte. 

El capítulo 7 de La misteriosa llama de la reina Loana menciona una historia de la que no he podido encontrar mayor detalle que el que refiere la misma novela: Historia de Pipino, que nació viejo y murió siendo niño, de Giulio Granelli. Tampoco del autor he podido encontrar referencias. Copiaré, en sustitución, el párrafo de Eco:

"Después de La isla encontré la Historia de Pipino, que nació viejo y murió siendo niño, de Giulio Granelli. Era tal y como había aflorado en mi memoria algunos días antes, aunque el libro me contaba de una pipa aún caliente que, abandonada en una mesa junto a la estatuilla de arcilla de un viejecito, decidía dar calor a esa cosa muerta para que retoñara, y nacía un pequeño ancianito. Puer senex, un tópico muy antiguo. Al final, Pipino muere niño en la cuna y sube al cielo por obra de las hadas. Era mejor como lo recordaba yo, Pipino nacía viejo en un repollo y moría niño de pecho en otro. En cualquier caso, el viaje de Pipino hacia la infancia era el mío. Quizá, al volver al momento de mi nacimiento, me disolvería en la nada (o en el todo) como él".

El narrador de Eco, Giambattista Bodoni, tampoco nos da ninguna fecha para Historia de Pipino... pero por el contexto en que se cuenta es probable que la edición no supere el primer cuarto del siglo XX.

Ahora bien, esa página, inevitablemente, me llevó a recordar una lectura del tiempo de la universidad: "Viaje a la semilla", del cubano Alejo Carpentier (1904-1980). Se trata de uno de los textos más representativos de Carpentier, porque, además, para la época en que fue publicado (1944), la técnica utilizada era una novedad y, de esta suerte, no es gratuito que el cubano se cuente entre los escritores hispanoamericanos que mayor influencia nos brindan. La historia cuenta la vida de Marcial en sentido inverso; es decir, vemos a un hombre despertar de su muerte en la vejez y, en lo sucesivo, somos testigos de sus días hasta la infancia y nacimiento; todo mientras la cuenta del tiempo sucede en sentido contrario. Apenas en la primera y última partes del cuento el sol realiza su viaje de oriente a occidente: 

"... y las horas que crecen a la derecha de los relojes deben alargarse por la pereza, ya que son las que más seguramente llevan a la muerte".

El deseo postergado, cuya memoria regresa en esas páginas de Eco, lleva por título El curioso caso de Benjamin Button, de Francis Scott Key Fitzgerald (1896-1940). Esta novela corta del norteamericano data de 1921. Confieso que no la he leído, pero la versión fílmica no es mala y despierta un deseo que, así espero, se cumplirá pronto. La dirección corre a cargo del afamado David Fincher y se estrenó en el 2008. La cinta es popular entre los cinéfilos y a quienes hayan leído la novela no hará falta referir la similitud temática respecto de lo dicho en los párrafos anteriores.

Sólo espero tener el tiempo suficiente para olvidar y volver a vivir el recuerdo y el deseo.


domingo

Diatriba contra los libros (anexo al reverso)

Nadie lo ve, y quizá yo esté loco por afirmar que lo veo, pero en el mundo hay gente que lee más por el mal gusto de presumir que lee, por el pésimo gusto de ostentar un libro bajo el brazo, y menos, mucho menos, por el íntimo goce de una literatura.

Leer en público, a la postre, me parece un acto tan vil y tan poco racional como el apareamiento de dos perros en la vía pública.

Diatriba contra los libros

Mi autodidactismo, mi arrogante autodidactismo me ha llevado a abominar de las lecturas recomendadas. Recuerdo una línea del ciego argentino en que afirmaba que la lectura era una de las formas de la felicidad. Creo firmemente que nadie tiene derecho a recomendar libros que no están en tu espectro de intereses o gustos. La recomendación de libros me parece una de las formas más patéticas de querer imponer un canon que no se desea seguir.

Algunas veces he tenido la siguiente breve ensoñación: a mis espaldas arde la biblioteca de Alejandría. Sin duda, a muchos les parecerá un acto terrible. A mí me parece que, tras la larga historia bibliográfica que sigue a esa famosa hoguera, en realidad, poco se ha perdido. El misterio, si acaso, radica en el "¿qué hubiera pasado si?, ¿cuáles hubieran sido los senderos recorridos por la humanidad de haber perdurado aquella insigne biblioteca?" Nunca lo sabremos y quizá así sea mejor.

Lo importante es que, para el verdadero aficionado, siempre habrá una página que recorrer; esto, sin la imprudente recomendación de un tercero.

Tras aquello, creo que he aprendido a admirar menos a los libros que a la literatura. Los defensores de la literatura oral, con razones de peso, bien pueden argumentar que la palabra hablada es la primera forma de la literatura. Otra memoria del famoso pero hoy poco comprendido ciego dicta que los sueños hacen la literatura más antigua; al ciego le interesa menos la transmisión que la fábula, y la tradición de las noches árabes estaría de acuerdo. Sin embargo, todo sueño precisa de la palabra para ser transmitido. La tradición occidental casa de una manera indiscriminada la literatura con la tradición escrita, libros de por medio. Hay en el mundo gente que no es siquiera capaz de imaginar una literatura fuera del libro impreso.

Acaso de una manera absurda y deleznable para muchos, yo he imaginado una literatura que escapa a la prisión de los libros impresos. Esta literatura, infortunadamente, está en la tradición oral y está en el futuro del libro digital. Y digo infortunadamente porque, al menos en América Latina, el libro impreso sigue siendo símbolo de estatus y reconocimiento canónico.

Con esto, no quiero decir que odie al libro impreso. La tesis corriente sobre El Quijote es que fue escrito como burla y desprestigio de los libros de caballerías. Creo que la verdadera preocupación  de Cervantes eran los crédulos lectores de esos libros. Con tristeza, veo que en el mundo hay lectores que cifran sus esperanzas en el libro impreso, en la cárcel del libro impreso. Otra tradición ofrece una anécdota que viene a cuento: la divinidad dictó dos libros, uno se puede leer en las Sagradas Escrituras y el otro en el universo que nos rodea.  A los fanáticos del libro, creo, les es negada la segunda lectura, porque, justamente, no son capaces de despegar las narices de la letra.

Infinitos senderos me son negados desde ya; mi ignorancia es mayor que la cifra de días que precede y sucede a mi paso por la breve página en que se resume la vida. Mas la divinidad me ha dejado vislumbrar, apenas vislumbrar, que siempre habrá una palabra para mí. Y fuera del Dios de Borges, que es el Dios de Leibniz, no hay nada ni nadie que dicte mis pasos y mis lecturas. Eventualmente he recorrido palabras compartidas, pero siempre ha sido por amor, amistad y propia voluntad, como la escritura compartida, como el mar y la sal.

Al final contaré una anécdota que puede ser tomada como una fábula o como un acto de fe:

Entonces le dije a esa niña, amante de los libros, rata de biblioteca: la gente como tú no es bien vista por aquí; y le quemé su libro. Ella se quedó asustada y desprotegida. ¿De qué otra manera se puede leer si no es desnudo?

sábado

Biblia de Gutenberg

Quizá dos autores con los que me gustaría morir son Jorge Luis Borges y Umberto Eco. Además de la declarada admiración del italiano al ciego argentino, una cosa que une a estos dos son las vastas referencias bibliográficas que se encuentran en sus respectivas obras.

Actualmente tengo en mis manos La misteriosa llama de la reina Loana. No contaré absolutamente nada sobre la penúltima novela de Eco. Lo que, en definitiva, no puedo dejar de hacer es referir una de las tantas vertientes que se siguen cuando se tiene una novela de tal catadura.

En esta entrada dejo, al menos como fuente de admiración, una versión digital de la primera Biblia impresa en el mundo, la de Gutenberg (1453-1455), si bien no el primer libro impreso. Desde luego, esta Biblia salió del taller del famoso orfebre alemán.

El libro es la reproducción de la Vulgata, el texto latino canónico seguido por la iglesia romana. Los entendidos sabrán que El antiguo testamento tiene sus originales en hebreo y arameo, en tanto que El nuevo testamento lleva la lengua del imperio. Así, la compilación de ambas tradiciones está en la Vulgata. Parece lógico que la selección de los textos canónicos responda a intereses políticos, desde luego, en beneficio del imperio; aún faltan varios siglos para la Reforma, acalorada época en que se hacen las primeras traducciones a lenguas vulgares.


Post data: quizá lo referido aquí resulte de escaso interés para la sociedad de Los falsos lectores, cuyos miembros están más interesados en treinta dinares que en la historia de una tradición.

jueves

Performagia

Performagia del lenguaje: no existe el autor, sólo existe la palabra dada por la garganta, y la escritura es su biógrafa infiel.

lunes

Registro 36 (Piratería)

El día de hoy, la revista Registromx publica su número 36, con el tema Piratería. Aquí se puede leer El grado cero de la escritura del hacker Barba Roja

Por demás está la recomendación a seguir la actividad de Registromx, publicación digital que iniciaría sus labores en papel impreso hace ya diez años. Tras una pausa, luego continúa labores en el mundo digital, preocupándose y ocupándose, además, en las relaciones del arte con las nuevas tecnologías.

domingo

Catálogo de miedos

Otra publicación de reciente factura es Catálogo de miedos, de la editorial Lengua de diablo (Cuernavaca, Morelos). La antología incluye el cuento "Último vagón". El interesado puede encontrar esta antología siguiendo el enlace:

http://issuu.com/efraimblanco/docs/ldd-cdmiedos-2013

viernes

Penumbria 14

La semana pasada se publicó el número 14 de la revista de literatura fantástica Penumbria. Dejo aquí el enlace en donde, además, se puede leer "Aquí no hay nadie".

http://issuu.com/penumbria/docs/penumbria_____catorce

viernes

Tres haikús

Sueño inconcluso:
no todas las palabras
son de los libros.


Vive la noche
sin recorrer la senda
de la poesía.

Sueño que sueño
que me cubre el silencio
del firmamento.

sábado

Falsos lectores (apócrifos X)

Los blancos entre las palabras, entre los párrafos, entre los capítulos, siempre significan algo. Dejo al desocupado lector estos silencios, los mismos con los que ando entre la jauría:

Camino por la senda del suicidio
escucho los suplicios de fantasmas
mis pasos son el eco de su sangre
locura y desconsuelo de los necios

Idólatras de un falso culto duermen
tirados a la vera del camino
añoran la fortuna que no tienen
la buscan en papeles deslavados

Los ruidos amotinan mi cerebro
deforman las estrellas que dibujo
acechan la verdad que se derrumba

Al final sólo importan mis latidos
el ritmo cambia de nuevo y palpita
el espíritu de un nuevo silencio

Falsos lectores (apócrifos IX)

La obra de arte literaria, difusa, inconmensurable en su sentido último, inabarcable siempre ella, está más allá de cualquier soporte material, más allá de cualquier papel impreso. El libro, cualquier clase de libro, es, apenas, un mero soporte material (un medio, no un fin) para el resguardo de la memoria y el sentimiento humanos. Pero eso la secta de los Falsos lectores no puede, no quiere, verlo; dados a la adoración de falsas divinidades, confunden la poiesis con treinta dinares.

Benditos los mercaderes de libros, porque sus ojos están puestos en el pan.
Benditos los amantes de la literatura, porque su corazón ama desinteresadamente la palabra.

Malditos los mercenarios del conocimiento, porque dicen amar la palabra cuando lo que su negro corazón añora es fama y riqueza.

Bendita la tierra, porque ha de tragarnos a todos, sin hacer distinción de títulos, razas y géneros.

jueves

Falsos lectores (apócrifos VIII)

La única instancia que da nombre al escritor es el lector.

(Bienvenidos son tus ojos, corazón).

Quien sepa escribir, que escriba; quien quiera leer, que lea.

Falsos lectores 8

Desde su origen, los libros siempre han sido de difícil acceso para las mayorías. El más remoto precedente del libro, como objeto, son las pinturas en las cuevas que informaban sobre métodos de caza y otros asuntos de utilidad cotidiana. Sólo podían interpretar estos signos los iniciados, aquellos que tuvieran la capacidad de descifrar el simbolismo, muchas veces mágico, de lo representado.

Con la evolución de la escritura, el avance tecnológico en la producción de papel y el ánimo de transmitir ideas y, al mismo tiempo, guardar memoria del devenir humano, la producción de textos fue mayor. Sin embargo, esto no significaba que la producción representara mayor número de lectores. Aquellos que quisieran cultivarse tenían que recorrer largas jornadas hasta los lugares en donde se resguardaban los pliegos que contenían el saber; caso: la famosa biblioteca de Alejandría. Así pues, el acceso a los libros, estos como fuente de saberes, resultaba complicado y costoso.

La llegada de la imprenta permitió cierta masificación de los libros. Pero, igual, esto no significó un mayor número de lectores. Si bien se tendría que hablar de censura desde los orígenes de la escritura, creo que es en la edad de la imprenta donde cabe mejor hacerlo. Para el siglo XV, la reforma eclesiástica ya había derramado ríos de sangre. Podría justificarse este hecho argumentando diferencias ideológicas y posturas encontradas respecto de una religión. Pero ¿qué mejor medio de transmitir una idea, una postura o una religión sino es mediante la palabra y, en este caso, la palabra escrita en particular? Otra variable que nos ayudará a comprender lo que queremos expresar es el hecho de que cuando nace la imprenta de Gutenberg, en nuestro latino caso, las lenguas romances ya han comenzado a tomar carta de naturalidad. En español, tan sólo, los primeros rasgos se encuentran en documentos del siglo XI. También en español, la famosa Biblia del oso, primera traducción de la Vulgata (el canon latín de las Sagradas Escrituras) data de mediados del siglo XVI. Esta traducción costó persecución y vida de quienes la emprendieron: Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina.

Además de las traducciones bíblicas, como la referida y la luterana, otros documentos fueron severamente perseguidos, censurados y ensangrentados. A ciertas esferas eclesiásticas y nobles poco y nada convenía que algunas ideas se diseminaran entre la población cada vez más afianzada en la nueva cultura del libro, aún cuando la alfabetización también era incipiente. La conocida época de la Ilustración fue otra era de persecución y sangre. Para gente como Voltaire y Rosseau no fue nada fácil hacer públicos sus escritos y, con esto, sus ideas, entre otros muchos ideólogos y revolucionarios.

Mucha tinta y mucha sangre tuvo que correr para que los libros, como medios de transmisión, tuvieran un lugar en la cotidianidad del grueso de la sociedad.

Hoy día, con el apoyo de internet y las nuevas tecnologías (soportes materiales de lectura), el acceso a cualquier tipo de información es casi ilimitado. Digo casi porque, en el ínter, se ha emprendido también una ardua batalla por la libertad de expresión y el libre flujo de la información.

La realidad es que, a pesar de los férreos intentos de gobiernos y empresas, la gran carretera de la información es tierra ingobernable y, usando ésta como medio, la sociedad civil ha aprovechado para conocer, intercambiar información y compartir materiales de la más diversa índole. No diré que este proceso no ha costado la libertad de no pocos emprendedores, pero también es cierto que la cantidad de usuarios y la cantidad de información que se intercambia día a día es ya incontrolable; sólo es cuestión de buscar lo que se desea y saber dónde buscar. Así, al menos en teoría, todos tenemos derecho a la información. 

Justo lo mismo pasa ahora con la naciente industria del libro electrónico. Dejaré para otra ocasión la historia del libro electrónico. Diré, eso sí, que, igual que en el pasado, hay una lucha por el conocimiento en este contexto. Sí, la hay, a pesar de que el internet permite tantas libertades. Librerías de papel impreso y grandes editoriales se han visto tambalear al ver reducidas sus ventas frente al libro digital; estas mismas editoriales que durante muchos años han fungido como onerosos intermediarios, teniendo una relación ventajosa con el autor intelectual de la obra. La red ha permitido, en buena medida, eliminar a lo intermediarios. Estas palabras, ahora mismo, carecen de aquella figura, gracias al soporte que usamos para escribirlas y leerlas. Son ideas, y no deben tener mayor valor que el de la amistad.

Pero hay quienes insisten en obtener un beneficio de los libros y, en ese sentido, alejarlos de la mirada de la sociedad. Si también es cierto que la existencia del libro digital y, en general, el internet, no nos constituye una sociedad mucho más sabia, culta y razonable, la verdad es que censurar, tasar y esconder la información tampoco nos conduce a un mundo ideal, no en la era de la información, una época en donde todos deberíamos tener derecho a la misma y, de paso, poder tomar decisiones propias, y no estar sujetos al decimonónico poder de empresas con decisiones impuestas y unilaterales, como la cada vez más vieja televisión y la industria editorial; ésta última como figura de medicación entre el autor y el lector final.

Son los despreciables fanáticos de la secta de los Falsos lectores quienes han querido ver, desde siempre, en la venta de información, una riqueza que nos distancia del conocimiento. Vendedores, usureros del saber, sanguijuelas de la razón, deberían llamarse y no amantes de los libros y el saber.

Épilogo: todo esto, acaso, pruebe que la existencia de la deleznable secta se remonta a los orígenes de la humanidad.

lunes

Falsos lectores (apócrifos VII)

No es reprobable, no debe ser reprobable, el ganar treinta dinares; lo es perseguir esos treinta dinares igual que la rabia a un perro. Hay en el universo fines más nobles que la adoración del papel impreso.

Falsos lectores 7

Hoy tengo en mis manos La ciudad ausente, de Ricardo Piglia, donde puede leerse: 

"El carácter inestable del lenguaje define la vida en la isla. Nunca se sabe con qué palabras serán nombrados en el futuro los estados presentes. A veces llegan cartas escritas con signos que ya no se comprenden. A veces un hombre y una mujer son amantes apasionados en una lengua y en otra son hostiles y casi desconocidos. Grandes poetas dejan de serlo y se convierten en nada y en vida ven surgir otros clásicos (que también son olvidados). Todas las obras maestras duran lo que dura la lengua en la que fueron escritas. Sólo el silencio persiste, claro como el agua, siempre igual a sí mismo".

¿Entonces, nos preguntaríamos en la desesperanza, para qué abarrotar las bibliotecas con libros dados al olvido? ¿para qué escribir? Uno escribe, supongo, para llenar, aunque sea por un instante, ese silencio atronador y eterno que nos rodea; eso es la vida, apenas un pequeño ruido en medio del inconmensurable silencio.

Con los libros pasa algo curioso, sobre todo entre aquellos detestables miembros de la secta de Los falsos lectores: cabe en ellos una adoración que pudiera ser elogiable si no olvidara el fin último para el que se han creado los libros. Otro afamado argentino, ciego él, recordaba de San Ambrosio (quien solía leer en completo silencio, en una época en que lo natural era leer en voz alta y, a veces, en medio de una colectividad): 

"Aquel hombre pasaba directamente del signo de escritura a la intuición, omitiendo el signo sonoro; el extraño arte que iniciaba, el arte de leer en voz baja, conduciría a consecuencias maravillosas. Conduciría, cumplidos muchos años, al concepto del libro como fin, no como instrumento de un fin". (La anécdota puede leerse en "Del culto de los libros").

La historia universal de la infamia ha conocido inquisidores que han llevado a la hoguera a hombres que eran acusados de poseer libros prohibidos. Los mismos libros se han perdido entre las llamas y el olvido: la llorada biblioteca de Alejandría, los códices precolombinos que se perdieron tras la llegada de los cristianos a América, los libros prohibidos por la dictadura nazi, los libros acusados de aristocracia en el peronismo...

Hoy día poco o nada se sabe sobre personas que sean acusadas de profesar una franca bibliofilia. En todo caso, se castiga a personas que develan secretos celosamente guardados por instituciones dirigidas por sectarios recelosos de la mirada ajena (no es prudente que ciertas cosas sean objeto de la mirada pública). 

En opinión personal, que soy bibliófilo declarado (pero antes que bibliófilo, ávido lector), tengo para mí que los bibliófilos que pertenecen a la secta de Los falsos lectores debieran ser pagados con treinta dinares. Sí, como declara el poeta francés, "el mundo existe para llegar a un libro" y de todo ello no perdura sino el incorruptible silencio, ¿a qué buscarle beneficios ajenos a un objeto que se creó con la finalidad de preservar una memoria que el hombre ha querido desperdiciar? 

Un dogma secreto que se guarda entre los misioneros de la secta es algo que ya está fuera de todo noble propósito: lucrar con ese pequeño ruido que forma nuestras vidas. Nobles y villanos, oradores y lectores, solitarios y catedráticos, judas y cristos, al final pasarán la última página; y no habrá, para ninguno, más beneficio que el silencio, "claro como el agua".

miércoles

Falsos lectores (apócrifos VI)

La memoria también me trajo el siguiente episodio:

Estaba sentado en una banca de la universidad, hace casi diez años; a mi lado Hernán Silva, doctor en Literatura hispanoamericana, mi profesor de narrativa y análisis de lírica. Entonces me dijo: "Los estudiantes norteamericanos tienen asegurados los alimentos, el techo y los libros. Si, por ejemplo, un alumno no encuentra un libro en su biblioteca, la biblioteca se encarga de conseguirlo y al día siguiente lo tiene en sus manos. Aparte de esas nimiedades, en realidad, los estudiantes hispanoamericanos pueden ser tanto o más inteligentes como los norteamericanos.

Esa revelación, para bien o para mal, me ha permitido sentirme orgulloso (arrogante) de mi tradición hispanoamericana; eso y la vomitiva lectura de Harold Bloom. Por eso, también, es triste ver cómo algunos hispanistas quieren ver papel verde donde puede haber fuerza y unidad hispanoamericana, hoy que el libro digital puede colocarnos a la par de cualquier potencia cultural; lo demás es hablar y escribir sobre nuestras dolencias y esperanzas, como individuos, como comunidades, como naciones.

Falsos lectores 6

No sabía por dónde comenzar esta entrada; la memoria, que es tendenciosa, me dio luz. Recuerdo aquella tarde de septiembre de 1999 en que dos entusiastas estudiantes de Psicología Social se pusieron a levantar encuestas en la UAM-Iztapalapa. El tema: el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque hoy así no lo parezca, en aquellos años el tema aún era controversial; quizá aún lo sea.

Aquella encuesta, luego, se convirtió en motivo de discusión y debate en aulas y pasillos. Tristemente, aunque la mayoría de los universitarios se mostraba, aparentemente, abierta y permisiva ante el matrimonio en la comunidad lésbico-gay, para muchos en México aún no estábamos preparados para tomar decisiones de esa índole. Desde luego, tangencialmente se trató el tema de la educación de los niños en una familia homosexual y la imagen ante las familias hetero.

Sobre todo, me impactó que el lugar común en esas discusiones fuera "en México no estamos preparados para esas cosas". Entonces yo no me cansaba de preguntar "¿cuándo estaremos preparados, entonces, si no comenzamos por aceptarlo ahora mismo?"

Sólo hasta finales del 2009 se aprobó en la Ciudad de México la reforma que permitía el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¡Diez años tardamos en prepararnos!

¿A cuento de qué viene esto en este espacio, principalmente dedicado al arte y la literatura? Uno de los temas más concurridos en estos días, para quienes nos dedicamos a la difusión de la lectura, fue la conferencia magistral dictada por Roger Bartra en el marco del Tercer Simposio Internacional sobre el Libro Electrónico. Entre las frase más citada en la comunidad tuitera fue aquella que lapida: "el libro electrónico es todavía un balbuceo" (Es ebook 'prótesis' de la lectura). Entonces, como en aquel lejano 1999, no puedo dejar de sentir cierto desconcierto. Balbucear es como decir que no estamos preparados; no estamos a la altura de las naciones en que la industria del libro digital ya es una realidad.

La realidad es que, en mis andares, he escuchado muchos prejuicios y negativas sobre la construcción, uso y difusión del libro electrónico. Los más reaccionarios apelan a esa nostalgia por el libro impreso, a la que también Bartra alude. Cierto, los dispositivos electrónicos de lectura son caros y no todo mundo puede hacerse de uno, no por el momento. Va la pregunta de nuevo: ¿cuándo estaremos preparados?

Hace poco pensaba que las nuevas tecnologías (incluidas las redes sociales) nos han permitido leer y escribir mucho, pero reflexionar poco. En un futuro no muy lejano, espero, también tienen que ponerse sobre la mesa de discusión todas las esferas que se mueven al rededor de la lectura en el contexto de las nuevas tecnologías, de las que una importante sería la de los derechos de autor. De hecho, ya se ha vertido algo de material sobre estos puntos, de los cuales Bartra ha hecho gala de conocimiento.

No quiero, por ahora, ocupar este espacio con un tema que da para ríos de tinta o, mejor dicho, de bytes. Apenas quiero expresar la preocupación que cabe aquí ante ese balbuceo del libro electrónico en México e Hispanoamérica. No estamos preparados y no lo estaremos si no hacemos lo propio, sin importar el costo material y emocional que ello implique; más que el valor monetario, el valor como identidad hispanoescribiente es lo que está en juego ante el mundo y ante nuestro futuro como cultura y tradición.

Falsos lectores (apócrifos V)

Grato: https://itunes.apple.com/mx/book/para-rayar-paredes/id583701635?mt=11

Falsos lectores 5

Hay en el mundo personas que, acaso con justa razón, insisten en ganar fortuna con el comercio de libros digitales. La industria del libro digital es incipiente y poco se puede decir sobre su futuro. Es cierto, hoy día las tres tiendas digitales más importantes (Amazon, iTunes y Google Play) ofertan un extenso catálogo de libros a diferentes precios.

Al menos en México, tenemos la deleznable costumbre de desconfiar de aquello que se ofrece con gratuidad; entre mayor sea el costo de un producto, mayor será su valor; herencias del capitalismo voraz e impersonal que, infortunadamente, han llegado a invadir hasta el espacio íntimo: "¿cuánto cuestas?, ¿cuánto vales?".

Sin embargo, aún hay esfuerzos por la divulgación libre y desinteresada (o acaso el interés esté fuera del ámbito monetario). "Libre flujo de la información y derecho a la misma" es el lema de quienes abogan por la gratuidad del internet. Y qué es la World Wide Web sino un cúmulo de informaciones a las que todos deberíamos tener libre acceso. En la red hay música, libros, películas, todo tipo de documentos y, por qué no, hasta amigos virtuales (el amor virtual, ausente de caricias mustias, es ya una exageración de nuestros tiempos).

En este sentido, un libro, además de ser una obra intelectual, sería un archivo de información que se mide en Bytes. Podríamos decir, así, que Los miserables, en lugar de medirse en páginas, se mide en Megabytes. El autor de la obra, con todo derecho, podría exigir una remuneración a cambio. El consumidor final de la obra, viendo a ésta como un cúmulo de información y bajo el lema de libre flujo, tendría derecho de copiar, reproducir y compartir cuantas veces quisiera. Aquí la pregunta angular sería ¿el internet, enmarcados los libros digitales, debería ser gratuito y con la posibilidad de intercambiar información a libre albedrío?

Hace un par de años el FBI intentó emprender una guerra en contra de los grandes servidores de intercambio de información (ley SOPA); al final, la iniciativa fracasó, porque hasta ahora las costumbres de los usuarios de internet han sido mucho más fuertes que cualquier intento de regular la actividad en la red.

En materia de libros digitales, a la fecha los formatos más reconocidos son PDF y ePUB. En sus orígenes, ambos tipos de archivos se comercializaban con un candado DRM (Digital Right Management). Lo que sucedía era que el ávido lector adquiría un libro mediante una librería virtual. El usuario, habiendo realizado el pago, descargaba el libro. Lo siguiente era leerlo. El problema iniciaba cuando dicho libro quería ser compartido, prestado o regalado. Lo que hace el candado DRM, justo, es privar al usuario de esas posibilidades de intercambio. La cuestión, entonces, era: "yo pagué por este libro, es mío, ¿por qué no puedo compartirlo?" Así, aunque a la fecha habrá sitios que ofrecen libros con este candado, la verdad es que cada vez es mayor el número de libros que se intercambian sin el mismo.

Las tres tiendas más grandes del mundo venden libros sin candado DRM. De esta suerte, el consumidor puede adquirir un libro en, digamos, iTunes y luego realizar una copia para enviarla a un amigo.

Lo cierto, también, es que tanto en tiendas oficiales como en marginales se ofrece un infinito catálogo de libros gratuitos, no debiendo pagar más que las gracias por la libre transmisión. Afortunadamente, es común que un buen libro de un autor canónico sea gratuito; evadimos, así, la aventura de pagar por un libro de un autor principiante, que si bien puede ser excelente lo mismo puede ser una pérdida de tiempo y, claro, de dinero.

Un problema de antaño que poco a poco se ha ido solventando es el de la compatibilidad. A pesar de que los formatos universales han sido PDF y ePub, cada tienda formaba su propio nicho de venta. Amazon comenzó vendiendo sus dispositivos Kindle y ese era el espacio óptimo para la lectura. Con la aparición del iPad, en 2010, los libros se podían leer cómodamente mediante la App iBooks. Poco más universal es el caso de Google Play, cuyos libros pueden leerse en cualquier dispositivo con sistema operativo Android.

Para alegría y fortuna de todos, existen empresas que se preocupan por salvar el problema de la compatibilidad, ofertando sus servicios en diferentes plataformas y con distintos precios. Caso es el de www.24symbols.com/ 24symbols no sería una tienda propiamente; no vende libros. El sitio ofrece un servicio de lectura, con un amplio catálogo de libros de diferentes editoriales (algunas de ellas reconocidas internacionalmente). Apenas es necesario poseer una cuenta para disfrutar de la lectura. La página, además, cuenta con sus respectivas Apps en Google Play y en iTunes. Entre el catálogo de libros gratuitos se pueden encontrar grandes obras clásicas, que cualquiera que se precie de ser buen lector no podría dejar pasar. Los amantes de pagar por leer pueden optar por una cuenta premium; esto les permitirá leer el catálogo completo, desde cualquier dispositivo y, si se quiere, descargar el libro para continuar su lectura off line. Por si esto fuera poco, la interfaz de 24symbols permite compartir fragmentos del libro en las dos redes sociales más importantes, marcar texto y realizar una nota; curiosidades que iBooks de iTunes ya permitía.

Otro sitio que ha tenido gran aceptación entre los desenfrenados y poco moralistas lectores es http://epubgratis.me/ , una comunidad de digitalizadores de libros que, saltándose todo código de derecho, ofrece un catálogo de libros en formato ePub. Al momento de redactar estas líneas, epubgratis tiene un catálogo de 9507 libros; y sí, en epubgratis tienen a Jorge Luis Borges. El moralista y emprendedor comerciante de libros digitales puede omitir su visita a este sitio; quien quiera leer que lea.

Los libros impresos en papel no desaparecerán, no al menos en un futuro inmediato; y muchos queremos que no desaparezcan. Pero la reproducción masiva que ha permitido la digitalización de las obras ha puesto al alcance de todos más de una pieza que se creía perdida, descatalogada, fuera de edición, olvidada. En mi felicidad, he llegado a encontrar la editio princeps de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha y La Biblia del oso (primera traducción al castellano de la Vulgata, por Cipriano de Valera y Casiodoro de Reina). Moriré feliz sabiendo que estas dos verdaderas piezas de arte están al alcance de todo mundo, de forma gratuita.

martes

Chachita, te cortaste el pelo

No creo que no haya generación, desde que se estrenó Nosotros los pobres (1948), que no recuerde esta mítica escena. Al menos en México, ha pasado a formar parte del imaginario y del lenguaje popular.



Lo que pocos conocerán es el referente literario de dicha escena. "The Gift of the Magi", cuento del norteamericano William Sydney Porter (O. Henry), fue publicado por primera vez el 10 de diciembre de 1905, en las páginas de The New York Sunday World . Un año después se recoge en The Four Million, antología de cuentos de O. Henry. El 14 de octubre de 1933, Borges publica su traducción, bajo el título "Los regalos perfectos", en Revista Multicolor de los Sábados. En julio de 1999 aparece la primera edición de Cuentos memorables según Jorge Luis Borges, antología en que el cuento de O. Henry sería uno de los doce compilados.

Nosotros los pobres fue dirigida por Ismael Rodríguez. El argumento de la cinta es obra del mismo Rodríguez y de Pedro de Urdimalas; el guión es de Carlos González Dueñas. 

No sabemos si, para la escena referida, Ismael Rodríguez tomaría como fuente (llámese plagio, intertextualidad, referencia culta...) el texto original o tendría a la mano la traducción del argentino. Lo que sabemos es que tanto el lenguaje escrito de O. Henry como el cinematográfico de Ismael Rodríguez cuentan la historia de una joven pareja en un contexto urbano: Jim y Delia son esposos en O. Henry; Chachita y "El Ata" son novios en Ismael Rodríguez; en la naciente New York los primeros; en la Ciudad de México de la postrevolución los segundos.

Ambas parejas son pobres y, para obsequiarse, precisan el sacrificio de objetos de un valor más emocional que económico. Aquí es donde ambos lenguajes se conjugan. Tanto Delia como Chachita se cortan el cabello a cambio del dinero necesario para comprar una cadena de reloj. Por otra parte, mientras que Jim vende su reloj para poder comprar las peinetas que añoraba Delia, "El Ata" empeña su reloj a fin de comprar también unas peinetas para Chachita.


El interesado lector puede encontrar "The Gift of the Magi" en
y una traducción en

sábado

Falsos lectores (apócrifos IV)

La culterana lección posmo "onirorgasmos" es una palabra grave; por tanto, no lleva tilde en su sílaba tónica. El original, encontrado en una botella arrojada al mar de la esperanza, marca "onirorgásmos"; y de esta forma fue reproducido en otros espacios. Dejo al futuro la libre elección entre la copia fiel de la ceguera y la corrección de la estupidez de mi propio reflejo.

Falsos lectores 4

Advertencia: por aludir a un proceso meramente personal, el ocasional lector puede pasar de largo por esta nota sin verse lastimado en la economía de su tiempo. He querido, con todo, hacer transcripción de este festejo por considerarlo curioso y, acaso, digno de memoria, aunque sea para el espejo.

1

El primero de septiembre del 2003 decidí, dueño de mi voluntad, apagar para siempre la caja idiota. Los primeros días y los primeros meses fueron curiosos: la gente preguntaba ¿por qué no ves televisión? ¿es que no has visto las noticias? ¿has visto ese anuncio tan divertido? ¿cómo te enteras de las cosas que pasan en el mundo? Aún hoy me llegan ecos de esos primeros días.  En sus mejores formas, esas charlas tomaron la dinámica de la transmisión oral, debiendo el narrador referir escenas visuales que no estaban en mi entendimiento. Con los años, las conversaciones aprendieron a eludir temas televisivos. Entonces hubo mucha gente que quiso reconvenir mi postura argumentando que también existía la televisión cultural. Hay libros que, por geniales que parezcan, no podré leer; los perdidos en la biblioteca de Alejandría, por ejemplo.

Luego de aquel ya lejano 2003, me di a la tarea de leer las obras completas del argentino ciego y del polémico premio nobel mexicano; con fervor el primero, con entendimiento el segundo. Con una tesis que hoy nadie leería ni aprobaría, terminé mis estudios en letras hispánicas en el 2006. Después de eso existía el páramo.

En aquellos años las nuevas tecnologías y sus nuevas formas de comunicación me resultaban, más bien, aberrantes, tanto o más como la televisión. Alguna vez habré utilizado el chat como medio de holgazanería y no más. Abandoné y continué mi camino por el papel impreso, leyendo lo que caía en mis manos.

Sería en la primera mitad del 2010 cuando, finalmente, me decidí a abrir una cuenta de Facebook, una de las dos redes sociales más populares. Iluso, llegué a pensar que podía controlar las comunicaciones, los contenidos y la afluencia a mi "muro". Por un tiempo todo marchó en orden y concordia. Tuve el cuidado de que mis contactos estuvieran interesados en la cultura, si bien ahora no podría dar una definición justa de lo que entiendo por "cultura". Llegué a conocer a admirables escritores, poetas y artistas en diferentes disciplinas. No siempre fue así, si he de ser honesto; lo que es más, en su mayoría eran artistas más bien mediocres y pusilánimes, arrogantes y altivos, acaso como quien suscribe.

Facebook llegó a granjearme amigos, reencuentros, proyectos y, por qué no decirlo, metas logradas. Pero llegó un momento en que la acumulación de diálogos virtuales entorpeció mi espíritu y sentí que estaba comenzando a olvidar quién era yo y cuál era mi camino. Luego de una serie de diálogos infructuosos con el equipo de Revista Beat, tomé conciencia de que, finalmente, no existía ya ninguna razón de peso que me atara a la red social.

Nunca he terminado de entender, o no quiero entender, aquello de "cerrar círculos". Algo de duelo quedaba en cerrar (temporalmente) mi cuenta: como palabras en el tintero, quedaban ahí charlas inconclusas, proyectos sin terminar, amistades (muchas de ellas ya materializadas en un encuentro de café, en un recital de poesía, en un abrazo franco y una esperanza). Queda ahí latiendo, entre paréntesis, la temporalidad. Es, hoy día, ineludible la comunicación sin el uso de las redes. Sé que, pasada la reflexión en completa soledad, retomaré el camino por la senda del consumismo. Con todo, la conclusión última a la que pude llegar es que de los artistas lo mejor es aprender a apreciar su trabajo y, mejor, olvidar sus aborrecibles personalidades.

2

Poco antes de cerrar mi cuenta de Facebook, una inocente compañera de armas me pidió un soneto en versos blancos. La pereza de la memoria me llevó a entregarle uno de los más recientes, aquel que comienza con "Quise inventarme un nuevo mundo para viajar", que puede leerse en otra entrada de estas Imposturas. Lo siguiente fue leer un borrador de una nota que trataba de conjugar y conciliar la poesía popular con la poesía culta, dejando entrever que la poesía culta era la escrita y la poesía popular se inclinaba por la oralidad. No cabe en mí rebatir tal tesis, por estar a su favor, a grandes rasgos. La nota, además, invitaba al posible lector a emprender un ejercicio similar en respiraciones octosilábicas. Al instante hice notar que mi soneto (forma culta), falto de rimas, no seguía un ritmo octosilábico, si bien es cierto que existen ejemplos de sonetos con este metro (no recuerdo si blancos); yo mismo los he practicado alguna vez. Apenas hice la aclaración de que el soneto clásico obligaba al ritmo endecasílabo. La ausencia de rimas, creo, ya es una impostura del siglo XX (practicaron este juego con maestría Neftalí Reyes y Mario Benedetti), que yo he tenido el cuidado de imitar en el XXI.

Pasados los días, fustigado por la memoria, volví al citado soneto. Grande fue mi perplejidad cuando me percaté de que yo también me había equivocado en la cuenta de mis sonidos: aquel soneto no estaba redactado en los populares endecasílabos del soneto clásico.

Ahora recordaba las intenciones de mi propia escritura: Alejandra Eme, admirada escritora, dada a geniales juegos de palabras, me había sugerido el camino (puedes llamarme ladrón de ideas sin recriminación alguna): un soneto con palabras maleta (mi deuda está en no haber leído el soneto de Alejandra Eme). A las palabras maleta de la admirada escritora quise sumar aliteraciones y un mensaje cifrado. Esos tres parámetros, sentí, me exigían un espacio mayor que el que limita el endecasílabo. Impreciso, me decanté por el verso alejandrino, una forma casi olvidada y, por olvidada y por origen, culta. Así pues, tenía el espacio de catorce versos alejandrinos carentes de rima, además de las palabras maleta y las aliteraciones. Un avispado lector puede, desde ya, adivinar que tal esquema nada tiene de popular.

Con tales autoimpuestas normas, lo que tenía de frente era un soneto que no buscara la incomprensión total. El soneto tiene, desde su inicio, un franco lector ideal en el norte de mis esperanzas. Ese lector poco o nada sabe de reglas de versificación y retórica. Así, pensé que lo ideal era comenzar el soneto con expresiones perfectamente comprensibles como "Quise inventarme un nuevo mundo para viajar" e ir llevándolo por las corrientes del mensaje cifrado, de la mano de las aliteraciones y las palabras maleta: "circunconvolucionando el síngulo del límbulo".

Comprendo que los alejandrinos apenas siguen la cuenta de las catorce sílabas, pero no en todos los casos la cesura que se exige tras el séptimo sonido. Más importante me pareció el mensaje oculto. No daré al oscuro lector más pista que la desdicha. En el impopular soneto hay un concilio de expresiones salidas del diccionario de retórica, de la imaginería naval, de la anatomía humana y de las neurociencias.

3

¿Dónde se reúnen mis facebookeras quejas con las intenciones e interpretaciones de mi maletrónico soneto? Justo la primera vez que transcribí esa alocada idea fue directamente en mi muro de la red social. Al ver que podía significar algo más para mí y para mi lectora ideal e implícita (acaso para nadie más), copié el soneto en una entrada de las Imposturas, cúmulo de impericias y desencuentros variopintos. Dejé, también, una copia en mi archivo personal, con fines de una futura revisión.

Increíblemente, esa revisión llegó pronto y de manera sorprendente. Como queda dicho, los lazos que me ataban a Revista Beat quedaron disueltos y cerrada mi cuenta de Facebook. Con todo, recordaba esa última charla virtual con nuestra inocente investigadora, que en noches de insomnio se impone la tarea de conjugar poesía popular con poesía culta; no cabe en mí más agradecimiento que el impuesto por la razón y la justicia de las normas sonéticas culteranas posmo. Sé que las intenciones de Ylla no son malas y que el futuro le deparará fama y fortuna, no sé si razón (pero ¿quién tiene razón?).

En aquella charla me fue dicho que esa nota, con mi soneto, iría a dar a una entrada de blog. Con la memoria y las cuentas enmendadas, pasados los días, quise buscar aquella nota. No la encontré; y, a la luz de lo explicado, espero no encontrarla. Lo que encontré fue una referencia en un grupo o página de Facebook. La imprecisión se debe a la cuenta cerrada. Sin embargo, puede ver que mi soneto estaba anotado ahí, afortunadamente citado con la autoría de mi seudónimo, Ixca Cienfuegos.

Misteriosos son los caminos de la divinidad. Ahí donde el mar y yo hemos querido ver una botella con mensaje cifrado, una joven investigadora ha creído encontrar la conciliación de dos tradiciones y un grupo mediático ha encontrado un ejemplo de poesía maldita.

Vayan, con buena fortuna, estas palabras a mi mar de la esperanza.

jueves

Falsos lectores (apócrifos III)

Pecan de estulticia quienes afirman que la verdad se encuentra en las catedralicias instituciones.

*Claro que para la redacción de esta entrada me fue precisa la vigésima segunda edición del diccionario de la Real Academia de la lengua Española. 

Falsos lectores 3

El jueves 18 de abril de 2013, Andrei Illich leía desde su dispositivo móvil, en voz baja, un poema anotado en un blogger. El comedor era enorme y solitario. Desde el quinto piso se podía apreciar toda la ciudad; parecía incendiarse todas las tardes. A su lado dormitaba Ixchel; a ella no le interesaba la poesía y el paisaje de la soledad le resultaba más bien monótono.

Sé que no tiene nada de poético ni de verosímil iniciar un relato con una alusión a la lectura de un poema escrito en un blogger de internet. No es mi intención recurrir al falso adorno de la retórica para convencer a mi ocasional lector. Esto es, apenas, una forma más de la postmodernidad, si cabe aún la palabreja en este mar de información.

Es perfectamente comprensible que un náufrago muera de hambre y sed, arrojado a la fortuna del mar abierto. De mayor fama es la historia de aquel argentino ciego a quien en el año de 1955 le es concedido el cargo de director de la Biblioteca Nacional.

"Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche"*.

Regresemos al asunto del blogger. Este instrumento de la inmediatez es ahora considerado como parte de las nuevas tecnologías. Si bien en Hispanoamérica el libro impreso sigue teniendo mayor aprecio sobre los nuevos medios de intercambio informático, lo cierto es que las nuevas tecnologías van ganando terreno a pasos agigantados. Con todo, esto no implica que los compradores las usen y, más aún, las usen con inteligencia. En este contexto, la poesía es una de las formas de la memoria humana que ha ganado modos de publicarse y publicitarse, lo que no implica, ya se adivinará, que existan raudales de consumidores de la misma.

Hay quienes, con lujo de fanatismo, se entregan a la increíble adoración del papel impreso, aludiendo al consabido "todo pasado fue mejor". ¿Los lectores de poesía están ahí? ¿Se entregan con fervor a la vana apología del libro como objeto o su pasión aspira al entendimiento último de las lineas contenidas en esos mártires de la soledad?

"Entre los libros de mi biblioteca (estoy viéndolos)
hay alguno que ya nunca abriré"*.

Lo que se puede ver con pena es que nadie se ha detenido a pensar que, alguna vez, también la imprenta fue una nueva tecnología; esto no implicaba, necesariamente, que los libros fueran leídos. ¿Quién en el mundo de Johannes Gutenberg sabía leer?

En nuestros descreídos siglos, el índice de personas que saben leer va en aumento, lo que no significa que se lea. Cabría la pregunta: ¿qué función tiene la poesía y qué significados se encarnan cuando ésta se reproduce mediante las nuevas tecnologías?

Aquel jueves 18 de abril pensó Andrei Illich, luego de leer 

"Trabajar
para ganarse la vida,
aquella que no se vive
por atender el trabajo
de 50 horas a la semana
[más trayectos maratónicos,
más pendiente de la casa]"**

que tal vez Ixchel encontraría su reflejo en esas palabras. Le hubiera gustado sacarla de su modorra y mostrarle, quizá leerle en voz alta. La miró. Ella correspondió con fastidio y volvió la cabeza en sentido contrario. La ciudad ardía y la iluminación del pequeño móvil se apagaba.


*Jorge Luis Borges
**Ylla Kannter

Falsos lectores 2

Hay quienes, con argumentos contundentes, pueden rebatir mi tesis: los libros, de natural, sirven para transmitir información de una persona a otra u otras personas. Las implicaciones sentimentales de este comercio, por ahora, no vienen a cuento; cada uno es libre de sentir repudio o afecto por las palabras impresas en cada tomo; existen en el mundo hombres que entregan su vida entera a la adoración de un sólo libro o al desprestigio de otro.

Más difícil, pero acaso más grata, es la transmisión oral de aquellas informaciones. Grato es el encuentro entre el que dice y el que escucha, porque la presencia da voto de veracidad al dicho. Las mil y una noches refieren la historia de un rey persa que en noches de insomnio y aburrimiento exige que se le cuente una historia. El narrador pregunta al rey: "Su majestad, ¿desea usted que le cuente una historias de las que he escuchado por los camino o una que me haya acontecido a mí?" Regularmente el rey votaba por una historia acontecida al narrador, como si de esta suerte se garantizara la verdad de lo transmitido.

Pero mis lectores, que son pocos (entre los que se encuentra el mar del norte), están lejanos y no los puedo abrazar.

Nada abrían ganado los cantos homéricos de no haber llegado a la consigna del libro. Aunque de largo aliento, esos poemas que han superado a las arenas del tiempo (pero Alá sabe más) fueron pensados para ser transmitidos de voz en voz y de plaza en plaza. He ahí la obra de toda una vida.

Ahora nosotros estamos alejados y solitarios en el tiempo y el espacio; precisamos de un libro, que acaso ya sea virtual, para imponerle a nuestro sueño la trabajada voz de Homero o de la secta homérica.

De esta suerte, el libro no sólo es un medio de información; con el tiempo y el espacio es, además, memoria de una voz y un pensamiento.

Ingrata es la voluntad de quien, encontrándose un billete entre las páginas de un libro, omite el valor de la memoria y se entrega a vanas persecuciones de títulos y riquezas. Como los libros del hidalgo Alonso Quijano, esas doctas eminencias debieran ser perdidas en el fuego del olvido.

No espero que más de cuatro miradas recorran estas líneas; espero que los futuros posibles (no todos) sepan distinguir entre los guardianes de bibliotecas vacías y los amantes de la palabra, cualquiera que sea el soporte material de ésta.

Quisiera contarme entre los últimos, pero quizá todo esto sea un sueño y no sea yo otra cosa más que otra moneda de cambio.