De entre los múltiples papeles viejos, que se van llenando de cenizas con el tiempo, he rescatado los que he creído respetables para alimentar este Blog. Prueba de ello son las entradas etiquetadas con "Letras hispánicas". En este viaje por el pasado, de pronto, también he dado con textos de creación desterrados en el olvido. De ese lugar que, a veces, brinda esperanzas y sueños rotos he ido a sacar este pequeño texto:
Sin moverse
Quietas
Todas las palabras
Resuenan en el fondo del estanque
De pronto brotan
Saltan
Salpican
Se estrellan
Irrumpen
Contra todo
Para moverse
En un verso
Y luego se apagan
Poco a poco
Como la tarde
Como tus sueños.
*Si te gusta lo que hago en este espacio, también puedes visitar la sección Obras incompletas, en donde aparece una lista de las publicaciones en que he participado. Gracias por compartir.
“Pero Dios que vino a la tierra ha dos mil años para
salvar a los hombres, olvidó sin duda a los indios”.
A diferencia de Oficio de tinieblas de Rosario Castellanos, en este trabajo de Bruno
Traven se toca el tema religioso de manera muy ligera, pero no por ello menos
importante. Aquí la religión es vista como algo que se vive en la cotidianidad,
es algo que no necesita de cruces o de ídolos de piedra, no necesita de templos
ni de iglesias. Basta con sentirlo en el martirio, en el sufrimiento diario de
la esclavitud que se vive en las monterías bajo la mascara hipócrita de peonaje
asalariado; basta sentirlo en el odio y el terror a los capataces,
enganchadores y patrones para sacarlo a relucir en la plática de café, tortilla
dura y frijoles viejos.
Pero no se trata de
salvar a todos los hombres, al menos no al HOMBRE. Se trata de salvarse a sí
mismo, de salvarse de los salvajes castigos que impunemente son practicados en
su persona por los capataces. Los indios saben que si ellos no hacen nada para
salvarse a sí mismos, nada ni nadie hará absolutamente nada para socorrerlos;
ni el gobierno dictatorial positivista, ni el clero, ni nadie se apiadará de su
situación de vasallos de los grandes terratenientes, en este caso, los
concesionarios de las monterías.
Así, instigados ya
no por caudillos (que eso es lo que menos importa), sino por el deseo y anhelo
de volver a sus casas y con sus familias, y sobretodo por el deseo férreo de
ganar la libertad, los “muchachos” emprenden una revolución que ya no puede
detenerse hasta que el último indio no sea liberado de los malos tratos de los
ladinos opresores. Los mismos ladinos que no se tentarán el corazón para dejar
morir a los indios a la puerta de sus casas, los mismos que sin preocupación
alguna fungen como bribones prestamistas que no tienen otra mejor forma de cobrar
mas que enganchándolos a futuros sin futuro.
“Y así, hoy aquí y mañana en otro lugar, cada uno
dice lo que ha guardado durante años. Vienen con sus quejas como van al altar
de los santos. Y es la misma salmodia, la misma letanía de abusos padecidos, de
pobreza, de enfermedad, de ignorancia. La desgracia de estos hombres tiene algo
de impersonal, de inhumano; tan uniformemente se repite una vez y otra y otra”.
Así, aunque la trama
de la novela discurre en un tiempo lineal, el tema de esta historia es más bien
cíclico. Los nombres de los personajes podrían ser otros. De hecho, si
consideramos que se trata de una novela realista, sabemos que es sólo una situación que se ha repetido y se seguirá repitiendo a lo largo de mucho
tiempo, y en toda las zonas de México en donde la brecha cultural divergente
entre indios y terratenientes o hacendados es cada vez más grande, y entre más
grande más difícil de cerrar. Pero el hecho de que el escenario sea una zona
chiapaneca no es mera casualidad. Si bien sabemos que lo marginal de las
culturas indias es una realidad que recorre prácticamente toda la geografía
latinoamericana, Chiapas se presenta ahora como un foco de atención y por tanto
un tema de actualidad. A pesar de que Oficio de tinieblas no es una
novela contemporánea, dados los hechos, podemos ver a las claras que se puede
considerar como una narración que trata eventos que no cesaran de repetirse una
y otra vez en el tiempo, lo que la hace tan actual como actual es el conflicto
entre indios y ladinos. Pero si se pregunta ¿cuál es realmente la causa de tal
conflicto?, no bastaría con declarar que se trata del mal reparto de tierras o
el robo de las mismas, como tampoco bastará decir que es la diferencia de
cultos, o las diferencias de lenguaje, o aún las diferencias que se marcan en el puente entre estratos socio-económicos. Es algo más general que
alcanza a cubrir todos estos aspectos bajo una sola idea: cultura. En
efecto, el conflicto en su totalidad siempre estará marcado por el estigma de
las diferencias culturales. Y ciertamente en este enfrentamiento nace un estilo
de vida lleno de sincretismos que apenas se perciben en el inconsciente de unos
y de otros, pero esto es sólo percibido por el lector que, al igual que el
escritor, se acerca como observador circundante, pero nunca en el ojo
del huracán. Y entonces nos damos cuenta de que a pesar de las mejores
intenciones de aquellos forasteros que se acercan para intentar dar solución al
conflicto, los eventos, a final de cuentas, se repetirán una y otra vez, por lo
menos hasta que ambos extremos de la realidad no estén dispuestos a abrirse, a
abrirse ante sí mismos y ante el otro, para así conformar una sola y uniforme
visión de la realidad en donde ninguno de los elementos sincréticos sean negados
consciente o inconscientemente.