miércoles

El nacimiento de los hombres viejos

En estos días he continuado la lectura de La misteriosa llama de la reina Loana de Umberto Eco. Como decía en una entrada anterior de este blog, no contaré nada sobre la vida y obra de Giambattista Bodoni, protagonista de la novela.

Pero, como también decía, Umberto Eco es del tipo de autores que te llevan a otros autores, a otras literaturas, a otros recuerdos. En algún texto teórico de Eco (y si mal no recuerdo es Los límites de la interpretación) se dice que la lectura que se hace de un texto depende de nuestra biblioteca personal, de los libros que hemos leído en el pasado. Algo similar ya atrevía Borges en "Kafka y sus precursores".

Yo he dado, en el capítulo 7, Ocho días en un desván, con un recuerdo y un deseo postergado.

No sé si todos alguna vez hemos soñado o imaginado que la vida comienza cuando se es viejo y termina cuando se es un recién nacido. Lo que sé es que hay en la historia tres hombres que han redactado ese deseo que, quizá, implique el olvido del dolor que causa la senil muerte. 

El capítulo 7 de La misteriosa llama de la reina Loana menciona una historia de la que no he podido encontrar mayor detalle que el que refiere la misma novela: Historia de Pipino, que nació viejo y murió siendo niño, de Giulio Granelli. Tampoco del autor he podido encontrar referencias. Copiaré, en sustitución, el párrafo de Eco:

"Después de La isla encontré la Historia de Pipino, que nació viejo y murió siendo niño, de Giulio Granelli. Era tal y como había aflorado en mi memoria algunos días antes, aunque el libro me contaba de una pipa aún caliente que, abandonada en una mesa junto a la estatuilla de arcilla de un viejecito, decidía dar calor a esa cosa muerta para que retoñara, y nacía un pequeño ancianito. Puer senex, un tópico muy antiguo. Al final, Pipino muere niño en la cuna y sube al cielo por obra de las hadas. Era mejor como lo recordaba yo, Pipino nacía viejo en un repollo y moría niño de pecho en otro. En cualquier caso, el viaje de Pipino hacia la infancia era el mío. Quizá, al volver al momento de mi nacimiento, me disolvería en la nada (o en el todo) como él".

El narrador de Eco, Giambattista Bodoni, tampoco nos da ninguna fecha para Historia de Pipino... pero por el contexto en que se cuenta es probable que la edición no supere el primer cuarto del siglo XX.

Ahora bien, esa página, inevitablemente, me llevó a recordar una lectura del tiempo de la universidad: "Viaje a la semilla", del cubano Alejo Carpentier (1904-1980). Se trata de uno de los textos más representativos de Carpentier, porque, además, para la época en que fue publicado (1944), la técnica utilizada era una novedad y, de esta suerte, no es gratuito que el cubano se cuente entre los escritores hispanoamericanos que mayor influencia nos brindan. La historia cuenta la vida de Marcial en sentido inverso; es decir, vemos a un hombre despertar de su muerte en la vejez y, en lo sucesivo, somos testigos de sus días hasta la infancia y nacimiento; todo mientras la cuenta del tiempo sucede en sentido contrario. Apenas en la primera y última partes del cuento el sol realiza su viaje de oriente a occidente: 

"... y las horas que crecen a la derecha de los relojes deben alargarse por la pereza, ya que son las que más seguramente llevan a la muerte".

El deseo postergado, cuya memoria regresa en esas páginas de Eco, lleva por título El curioso caso de Benjamin Button, de Francis Scott Key Fitzgerald (1896-1940). Esta novela corta del norteamericano data de 1921. Confieso que no la he leído, pero la versión fílmica no es mala y despierta un deseo que, así espero, se cumplirá pronto. La dirección corre a cargo del afamado David Fincher y se estrenó en el 2008. La cinta es popular entre los cinéfilos y a quienes hayan leído la novela no hará falta referir la similitud temática respecto de lo dicho en los párrafos anteriores.

Sólo espero tener el tiempo suficiente para olvidar y volver a vivir el recuerdo y el deseo.


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