jueves

Rip Van Winkle

No sé si a ustedes les ha pasado alguna vez por la cabeza despertar y no reconocer el mundo o que el mundo no los reconozca a ustedes. Desde que puedo recordar, yo siempre he tenido ese deseo. Infortunadamente no se ha concretado y dudo mucho que llegue ese día en que el mundo sea otro para mí o yo sea otro para el mundo. Recordando al ciego argentino, estoy condenado a ser yo, Andrés Galindo.

A todos, irremediablemente, alguna vez nos toca la fortuna de la muerte, acaso esa sea la única y verdadera forma de ser alguien más, de despertar en otro irreconocible y nuevo mundo. No sé si con buena o mala fortuna, en lo que llega ese grato de día de ser otro, he decidido pasar mi tiempo no entre libros sí entre el divino oleaje de la literatura, porque la verdadera literatura esconde muchos otros rostros más allá de vanas bibliotecas idolatradas por Falsos lectores, y cuyo destino es la hoguera. Para mí la literatura es una forma de ver el mundo, de comprenderlo o tratar de comprenderlo. Pero hay días, justo cuando ese deseo de la otredad se afianza con mayor ahínco, en que la literatura se convierte en una caverna protectora, único refugio ante el mundo que, insistentemente, es el mismo, terriblemente el mismo.

El tópico de la otredad en la literatura tiene una larga tradición, acaso tan larga como la historia de los sueños. Tal vez esa es la verdad de la literatura: la satisfacción de ser otro. Recuerdo, mal y pobre, las palabras de Aristóteles: el poeta escribe las cosas como le gustaría que fueran, no como son.

Philip K. Dick, creo, encontró en su paranoia la fuente primordial de la otredad. Eres alguien y un día te despiertas y, sorpresivamente, nadie te reconoce. Pero no quiero detenerme ahora en este escritor de ciencia ficción. Tampoco haré una historia de este tópico. En realidad, lo dicho en párrafos anteriores están en lugar del argumento de "Rip Van Winkle". No quería dar seña alguna de la historia del señor Winkle; espero que el ocasional lector la descubra con el mismo asombro y agrado que yo.

"Rip Van Winkle" es un cuento de Washington Irving (1783-1859) con el que cierro la lectura de Antología del cuento norteamericano, editada por Richard Ford y presentada por Carlos Fuentes. El cuento, en realidad, es el primero de los sesenta y cinco que conforman la antología, pero yo he tenido el desatino de leer in extrema res.

Los motivos por los que ahora comparto este espléndido texto son varios, que un lector asiduo a este blog ya podría adivinar; quizá el más importante sea, dado el artificio para cambiar de tiempo, que pertenece al género fantástico, género con el que me identifico a plenitud.

De la red recupero una versión en su lengua natural, ilustrada además: Rip Van Winkle.

Pero también dejo aquí un par de enlaces hacia dos diferentes traducciones: Rip Van Winkle / Rip Van Winkle, de las cuales la segunda es más recomendable por llevar notas al final y marcas de parágrafo.

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