sábado

Falsos lectores 1

No pediré que me crean, aunque sé de cierto que la humanidad entera es dada a la credulidad; el artificio literario es, apenas, un mero adorno o un espejo que propaga la mentira y la locura. Puedo afirmar, sin temor a equivocar mi juicio, que en el mundo hay una sociedad secreta de falsos lectores.

Los miembros de esta sociedad suelen confundirse entre los lectores comunes y fieles, aquellos que no cierran los ojos hasta agotar las páginas del libro en turno. Imperceptibles, los falso lectores gustan de asistir a librerías, presentaciones de libros, tertulias literarias y toda aquella reunión en que el libro es figura central.

En una librería, por ejemplo, se les puede ver (si bien no identificar) paseando por entre los anaqueles, removiendo y auscultando los libros sin leerlos. De entre los miembros de esta deleznable sociedad, hay quienes se atreven a hacer recomendaciones a los verdaderos compradores compulsivos de libros; recomendaciones casi siempre falsas; acertadas sólo a la luz del azar y no de la razón (aunque ¿qué es el azar y qué es la razón?).

Ya alguna vez me ha tocado ver de cerca a uno de estos despreciables seres. Caminaba yo un tanto a la diabla por las calles del centro cuando di con una librería. Dado a la irracional compra de libros, entré a ver qué podía encontrar a fin de solapar las siguientes largas noches de insomnio. Al poco, un tipo de apariencia inteligente interrumpió mi personal búsqueda y, con un libro en la mano, pretendió hacerme una recomendación. Tomé el libro e hice notar que las páginas estaban en blanco. El tipo salió corriendo. Le hice notar el error de imprenta al dependiente. Me dijo que quizá ese libro estaba esperando mis palabras. Yo soy lector, y de los buenos, dije, no escritor.

En las reuniones literarias o en las presentaciones de libros siempre hay quien levanta el dedo y pretende esgrimir las más acertadas e inteligentes opiniones. Por lo general, este tipo de personas son siempre aplaudidas y festejadas, sin apenas comprobar la veracidad de sus juicios. Es ahí donde puede caber la confusión, no llegando a saber bien a bien quién es el falso lector, aquel que esgrime una opinión sesuda o aquel que calla, aplaude y otorga.

Los falsos lectores sustentan su modus vivendi en la credulidad de la gente. Casi no compran libros y cuando lo hacen no los leen. ¿Cuántos hay en el mundo que compran una Biblia o un Quijote sin leerlo? Esos, esos son los falsos lectores; aquellos que citan, con lujo de intelectualidad, "Sancho, si los perros ladran es señal de que avanzamos".

Los miembros de esta sociedad, de hecho, no compran libros. Si lo hacen, lo hace por el mero afán de la presunción o por la presión social que implica una moda. Hay quienes, como si de un accesorio en el atuendo se tratase, compran el Ulises de James Joyce y van por el mundo con su tabique bajo el brazo. Los falsos lectores a la moda, si cabe la distinción, se pasean por la mesa de novedades o adulan a un poeta que recita sus sentidos versos; pero nunca leen. He visto a individuos formándose en las cajas con pilas de libros de novedad; y luego asisten a las tertulias como si se tratase de asistir a un coro de desprestigios o apologías, según sea la moda en curso.

No sé de cierto si avanzamos cuando los perros ladran; lo que sé es que hay quienes ladran sin ser perros.


*Este texto pertenece a Sancho quería ser escritor, libro de ensayos que se debe al favor de la beca Guggenheim, que me fue otorgada en el año 2023. Algunos detractores esgrimirán contrarias opiniones. Dejo a los futuros posibles la veracidad de mis palabras.

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