miércoles

Llorar quedito, despacio, pausado,
con las palabras medidas y mordidas;
con el pulso del corazón a ritmo;
no dejando resquicio al exabrupto.

Llorar midiendo los pasos al filo
del dolor, la pena, el desbordamiento;
con la respiración y los acentos
como bálsamo justo en las heridas.

Llorar así, con sílabas contadas,
para que no se salga el corazón,
para que el miedo no me desbarate.

Pero llorar con fe, con furia y ganas
de secar todos los ríos y mares,
de secar todos mis ríos y mares.

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